Astronáutica
El Curiosity ya se mueve
Desde su llegada a Marte, el robot Curiosity no ha dejado de enviarnos imágenes, de calibrar sus instrumentos y de comprobar sus sistemas. Ahora, por fin, ha ensayado la utilización de sus ruedas y ha demostrado que puede moverse sobre la superficie del Planeta Rojo.
Tras varios días de transmisión de datos, el Curiosity pasó su primer fin de semana en Marte aceptando y poniendo a punto los nuevos programas que regirán el sistema informático de a bordo durante las próximas semanas. Se trata de programas específicos para el trabajo en la superficie, ocupando el lugar de otros especiales para la fase de aterrizaje y la post-llegada. Este cambio o transición se efectuó entre los días 10 y 13 de agosto, y ayudará, por ejemplo, a tomar mejores imágenes e interpretarlas, evitando obstáculos y así posibilitando realizar travesías más largas de forma automática.
El siguiente objetivo fue continuar tomando imágenes de los alrededores para localizar el primer lugar hacia el que deberá dirigirse el robot. Dicho punto se llama Glenelg y posee las características adecuadas para las tareas científicas a realizar, como una primera extracción de muestras de una roca. Glenelg se halla a unos 400 metros del punto de aterrizaje. Se han descartado otros lugares a primera vista interesantes, por seguridad, como el lugar de la caída de los paracaídas (con cuyos cordajes podrían enredarse las ruedas), o de la etapa de propulsión y aterrizaje (cuyos tanques contenían aún una cantidad notable de combustible tóxico y corrosivo).
Pero antes de iniciar el pequeño viaje, el Curiosity debería todavía ensayar algunos instrumentos. El 18 de agosto, utilizó su láser en el instrumento ChemCam, golpeando con 30 pulsos una roca cercana del tamaño de un puño y bautizada como “Coronation”. El láser actuó a lo largo de 10 segundos, con una potencia de más 1 millón de vatios para cada brevísimo pulso, lo que excitó los átomos de la roca y creó una nubecilla de plasma ionizado, que la cámara ChemCam pudo analizar para conocer su composición a distancia. Los espectros obtenidos se estudiarán en la Tierra.
El siguiente objetivo sería probar el brazo robótico. El día 20 de agosto se enviaron las órdenes pertinentes y el citado brazo, de 2,1 metros de largo, efectuó varios movimientos, posicionando de diversas formas a su conjunto de instrumentos situado en el extremo (cámara, perforadora, espectrómetro, etc.). La operación permitió comprobar el buen funcionamiento de los motores y de las articulaciones, esenciales para estudiar futuros objetos.
Otros instrumentos han estado tomando información de forma constante, como la estación meteorológica española. Por desgracia, uno de sus componentes, uno de los dos sistemas utilizados para medir la velocidad del viento, parece haberse dañado durante el aterrizaje, probablemente debido a la lluvia de piedrecitas levantada por la maniobra, que debieron estropear un circuito impreso expuesto. El aparato aún puede medir la velocidad del viento, aunque con menos flexibilidad (será más difícil detectar la dirección). Por otro lado, la estación ha continuado enviando con éxito lecturas de temperatura del aire (de -2 a -50 grados C) y presión atmosférica. El instrumento ruso para medir la humedad en el primer metro de suelo (lanzando neutrones hacia éste) también está operando satisfactoriamente.
La operación más esperada, no obstante, ha sido sin duda el primer movimiento del robot sobre el suelo marciano. El Curiosity abandonó su posición de aterrizaje (bautizada como Bradbury Landing, en honor al famoso escritor) el día 22, y se movió hacia adelante, hacia un lado y dio la vuelta. El robot quedó a unos 6 metros del punto inicial, y demostró que sus ruedas giran perfectamente. Las cámaras permitieron observar las huellas de la maniobra.