Astronáutica
Las moscas y el cohete Ariane
La óptima ubicación de una zona de lanzamiento es esencial para sacar el máximo partido de ella. Cuanto más cercana al ecuador, más ventajosa resulta esta, ya que a la potencia del cohete podemos añadir el impulso adicional impartido por la propia rotación de la Tierra. Para que nos hagamos una idea, un mismo vector puede poner en órbita un 17% más de carga útil si se lanza desde el ecuador que si parte desde Florida (a unos 28 grados de latitud), por ejemplo.
Aunque la órbita de destino es también importante, disponer de una ayuda latente, lista para entrar en acción cuando resulte conveniente, es un recurso muy a tener en cuenta en el negocio espacial, más aún cuando el coste de enviar un kilogramo al espacio se mide en miles y no en decenas de dólares. Independientemente, pues, de lo que nos pueda deparar el futuro y del destino final de los satélites que vayamos a enviar al espacio, resulta muy interesante elegir con todo cuidado el lugar en el que vayamos a situar nuestra zona de lanzamiento.
A veces, tal decisión se ve constreñida por la propia geografía del país, ya que existen muchos elementos a tener en cuenta, como la necesidad de evitar que los cohetes sobrevuelen zonas habitadas durante la primera fase de su trayectoria. Así, EE.UU. utiliza la base de Vandenberg, en California, para lanzar satélites hacia órbitas que sobrevuelen los polos, y la de Cabo Cañaveral para enviar vehículos hacia órbitas ecuatoriales. En ambos casos los cohetes no tienen que pasar por encima de ninguna ciudad, y se mueven sobre el mar de forma totalmente segura.
También los europeos tuvieron que tomar una decisión sobre dónde situar su futura zona de lanzamientos. El Viejo Continente resulta inadecuado para efectuar lanzamientos espaciales, ya que, descartados los vuelos sobre el Mediterráneo, habría que enviar los cohetes en dirección al Atlántico, es decir, en una trayectoria contraria a la rotación de la Tierra, y por tanto carente de las ventajas del impulso impartido por el propio planeta.
![[Img #73303]](https://noticiasdelaciencia.com/upload/images/07_2024/3236_ariane_l01_ready_for_launch.jpg)
(Foto: ESA)
Francia era muy consciente de la situación y creó un pequeño polígono de tiro en la Guayana Francesa, antigua colonia del país, desde la que lanzaría cohetes del tipo Diamant. Cuando la Agencia Espacial Europea decidió construir el cohete Ariane, también tuvo que buscar una zona de lanzamiento adecuada para él. Gracias a un acuerdo con Francia, se decidió que dicha zona quedase establecida en Kourou, en la citada Guayana Francesa. Además, esta región se halla prácticamente en el ecuador terrestre, de modo que los Ariane podrían aprovechar al máximo el impulso proporcionado por la rotación terrestre. Muy pronto, y en parte gracias a esto, durante los años 80 del pasado siglo, esta familia de vectores se haría con buena parte del mercado comercial de satélites. La zona sigue siendo utilizada por ellos, lo ha sido durante algún tiempo por cohetes rusos Soyuz, así como por otros, como los Vega, y probablemente lo harán los futuros Miura españoles.
Kourou, sin embargo, también tiene sus desventajas. Antigua colonia penal, parece estar alejado de la mano de Dios. El ambiente que se encuentran sus visitantes es muy húmedo, y su atmósfera posee una alta presencia de sal, lo que puede corroer las estructuras de los lanzadores. Pero existe aún otro problema bastante inesperado: unos pequeños insectos, unas moscas a las que les gusta construir sus nidos en los boquetes que presentan los cohetes. Generan una sustancia que puede llegar a obturarlos, lo que podría provocar graves dificultades técnicas para los vehículos.
Cuando se descubrió el problema, los técnicos tuvieron que idear una solución. Desde ese momento, inyectarían en el interior de los cohetes una corriente constante de aire a presión, de modo que en todo momento surgiera este por todas las salidas en su estructura. De este modo, las moscas no podrían acercarse y mucho menos instalar sus nidos en las aberturas.



