Geología
Confeccionan un catálogo de megatsunamis históricos
Los tsunamis son olas muy largas, por regla general provocadas por maremotos o por la entrada súbita de una gran masa en el agua, que pueden impactar contra cualquier costa cercana.
Los megatsunamis o tsunamis gigantes son olas de esa clase con una magnitud colosal.
Hasta ahora no existía una definición universal y aceptada de esa magnitud, asociándose a eventos oceánicos prehistóricos vinculados a grandes impactos de asteroides, gigantescos colapsos de islas volcánicas o a terremotos transoceánicos muy destructivos, como los de Indonesia en 2004 y Japón en 2011. A diferencia de los tsunamis, los megatsunamis alcanzan alturas de grandes dimensiones, hasta varios cientos de metros, al impactar en las costas.
El principal problema al investigar estos fenómenos es la escasez de registros geológicos e históricos bien documentados. A pesar de que los megatsunamis deben haber sido relativamente frecuentes a lo largo de la historia de la Tierra, la inmensa mayoría no fueron observados ni documentados y no han dejado registro geológico.
Causas de los megatsunamis
El evento registrado más antiguo fue el desencadenado por la erupción explosiva masiva en la isla de Thera (Santorini) en Grecia, alrededor del año 1600 a. C. De los que se han documentado, la mayor parte fueron generados por grandes deslizamientos desde fuera del agua, en algunos casos por deslizamientos submarinos, y solo unos pocos están relacionados con violentas erupciones volcánicas. Son los primeros los que causaron las olas de mayor altura, por la entrada violenta de grandes masas de roca caídas desde alturas considerables en bahías, fiordos o lagos.
El Instituto Geológico y Minero de España (IGME, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)) y la Universidad Complutense de Madrid (UCM), en España todas estas entidades, han presentado el primer Catálogo Global de Megatsunamis Históricos (GHMCat), en el que se recogen los 40 eventos documentados desde 1674 hasta la actualidad, incluyendo las descripciones de las alturas máximas de las olas, sus causas y sus fuentes, de acuerdo con los datos disponibles y con las principales referencias bibliográficas que sustentan los datos recopilados.
Este inventario revela que los megatsunamis han sido causados por deslizamientos masivos o avalanchas rocosas de gran magnitud, en ocasiones inducidos por grandes terremotos, y detalla su ubicación y distribución geográfica, con una notable concentración en los fiordos glaciares de Alaska y Noruega. Asimismo, alerta sobre el aumento potencial de estos eventos extremos en zonas glaciares, como consecuencia directa del calentamiento global.
“Este catálogo representa una herramienta crucial para entender la conexión entre los riesgos geológicos y las condiciones climáticas y puede ayudar a prevenir riesgos”, señala Mercedes Ferrer, investigadora del IGME y coautora de la investigación.
Este estudio partió del análisis de la relación entre las alturas máximas de las olas y las causas de los tsunamis históricos documentados en el mundo —principalmente causados por terremotos (75%) y deslizamientos de tierra (14%)— mostrando que los de origen sísmico rara vez generaron olas de más de 20 metros. Por encima de los 30 metros, la gran mayoría fueron causados por deslizamientos subaéreos o submarinos.
En el estudio se propone una definición de megatsunami, basada en un criterio objetivo de la altura máxima alcanzada por las olas, de 35 metros o más. Este umbral distingue a un grupo exclusivo de 40 eventos, que representan el 1,5% de todos los tsunamis históricos documentados. Se utilizaron como fuentes de información principal las dos bases de datos mundiales de tsunamis históricos existentes, completadas con numerosas publicaciones. En esas bases hay unos 2.800 eventos registrados, 700 de ellos con olas de más de un metro de altura. Para el nuevo catálogo, se revisó e investigó meticulosamente cada evento histórico, con referencias a fuentes originales siempre que fue posible, lo que dio lugar a la corrección de datos que eran inexactos y de erróneas interpretaciones antiguas. En total, se han consultado más de 300 publicaciones desde 1888 hasta 2024.
Del siglo XIX existen solo unos pocos registros, si bien la cantidad aumenta en el siglo XX. Solo en los primeros 20 años del XXI se han documentado tantos como en el siglo anterior, lo que se relaciona con el avance del conocimiento científico y tecnológico para la detección de estos eventos. De los 40 megatsunamis incluidos en el catálogo, algunos tuvieron alturas extremas superiores a los 100 metros. Durante la investigación para el catálogo, incluso se ha documentado un nuevo megatsunami que tuvo lugar antes de 1786 en la bahía de Lituya (Alaska), que los autores mencionan, pero no incluyen en el listado por falta de información sobre la fecha exacta.
Precisamente en Lituya tuvo lugar en 1958 el más grande registrado jamás. Fue causado por una avalancha de rocas provocada por un terremoto de magnitud 7,8 que impactó contra las aguas en la cabecera de la bahía. La caída de entre 35 y 40 millones de metros cúbicos de rocas y hielo al mar, desde una altura de 600 metros, generó una ola de 524 metros, devastando 10 kilómetros cuadrados de bosque. El siguiente registrado tuvo lugar pocos años después, en 1963, en el embalse de Vaiont en los Alpes italianos, cuando un deslizamiento ocurrido mientras se llenaba la infraestructura causó una ola de unos 250 metros, destruyendo pueblos enteros. El último de dimensiones similares se produjo en 1980 en Spirit Lake (Estados Unidos), alcanzando los 260 metros y fue un deslizamiento asociado a la erupción del volcán Santa Helena.
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Los tsunamis pueden arrastrar embarcaciones tierra adentro hasta una gran distancia, como ocurrió en el caso aquí mostrado. (Foto: Walter Mooney / Earthquake Hazards Program / USGS)
Impacto del calentamiento global
Los autores del estudio concluyen que, actualmente, en las zonas glaciares los efectos combinados de pendientes pronunciadas, masas rocosas fracturadas y el retroceso del hielo desempeñan un papel crucial para que ocurran grandes deslizamientos y avalanchas. El calentamiento global, que conduce al aumento de las temperaturas, ejerce una influencia problemática en las latitudes altas y frías de ambos hemisferios, sobre todo en las regiones heladas, causando un retroceso glaciar que genera la inestabilidad de las pendientes, por lo que los autores del estudio señalan que “es probable que el calentamiento global impulse un aumento en la frecuencia de los grandes deslizamientos rocosos”.
Tras este retroceso, explican, las paredes rocosas quedan expuestas a la erosión y a otros procesos, modificándose su equilibrio, lo que puede provocar grandes desprendimientos de rocas y avalanchas que, al caer violentamente al agua en fiordos y bahías, pueden desencadenar enormes olas. “Es importante dirigir la atención hacia la prevención y mitigación de los posibles efectos dañinos en estas regiones propensas a grandes deslizamientos y megatsunamis asociados”, concluyen.
El estudio se titula “Global Historical Megatsunamis Catalog (GHMCat)”. Y se ha publicado en la revista académica GeoHazards. (Fuente: Rosa M. Tristán / IGME)



