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Redacción
Martes, 29 de Abril de 2025
Energía y telecomunicaciones

Un colosal apagón eléctrico que pasará a la historia

Por causas que en el momento de escribir estas líneas aún se desconocen, el 28 de abril de 2025, poco después de las 12:30, se desencadenó en la península Ibérica y otros puntos del sur de Europa un apagón eléctrico general, que duró muchas horas. La magnitud del apagón lo sitúa como uno de los mayores de la historia.

 

La falta de suministro eléctrico hizo que solo aquellos establecimientos con fuente de electricidad propia de reserva, como por ejemplo hospitales, pudieran seguir disponiendo de suministro eléctrico, aunque en no pocos casos se vivió la situación con el temor de que las horas de autonomía de tales sistemas se agotasen antes de que se restableciera el suministro eléctrico externo.

 

El apagón dejó atrapada en ascensores y trenes a mucha gente, que fue siendo rescatada a lo largo del día. Y, entre otras cosas, también forzó a realizar operaciones de seguridad en centrales nucleares y en algunas fábricas del sector químico.

 

Al dejar de funcionar los semáforos, el tráfico se volvió problemático en muchos sitios y también acarreó diversos atascos. Se tuvo que movilizar a muchos policías para que organizasen el tráfico en los puntos más críticos.

 

El transporte público por calles y carreteras (autobuses, autocares, taxis y demás) funcionó, pero la masiva cantidad de usuarios extra que recurrieron a ellos hizo que mucha gente tuviera que esperar un buen rato por ir totalmente llenos los vehículos a los pretendía subir.

 

Algunas zonas altas, a las cuales se abastece de agua con la ayuda de sistemas que la bombean por las tuberías y que están energizados por electricidad, se quedaron temporalmente sin agua.

 

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El suministro eléctrico determina nuestra vida cotidiana más de lo que creemos. (Foto: Amazings / NCYT)

 

En las oficinas bancarias fue imposible atender a los clientes para la realización de operaciones que precisasen fluido eléctrico (prácticamente todas). Otros establecimientos comerciales también dejaron de atender al público porque dependían demasiado de sistemas informáticos que precisaban electricidad externa. Muchas empresas enviaron a sus trabajadores a casa por la imposibilidad de realizar su labor.

 

Las tarjetas de débito y crédito, así como otros medios de pago digital, se volvieron inútiles y solo se podía pagar en efectivo. Hubo gente que, sin poder volver a casa, tampoco podía comer en un bar o restaurante ni comprar alimentos en un supermercado por llevar consigo poco o ningún dinero en efectivo.

 

Hubo comercios con dificultades para cerrar sus persianas en los puntos de acceso, debido a ser de tipo eléctrico. Esto y la falta de alumbrado público por el apagón aumentaron el riesgo de intentos de robo en tales tiendas al anochecer, obligando a una movilización extra de la policía en las zonas con mayor peligro.

 

La telefonía móvil, así como la fija que depende de fibra óptica con módems y rúteres alimentados por electricidad externa, dejaron de funcionar en casi todos los casos, provocando situaciones de angustia en muchos usuarios por no poder comunicarse con familiares y otros seres queridos. De igual modo, el no poder usar internet hacía inviable consultar webs oficiales o de medios de comunicación, ver canales de televisión y escuchar emisoras de radio. Al apagón eléctrico se le sumó un apagón digital.

 

El “transistor”, ese receptor analógico de radio, energizado por simples pilas eléctricas, que fue muy popular décadas atrás y que en la actualidad estaba arrinconado porque mucha gente escucha la radio digitalmente mediante sus teléfonos móviles, se convirtió en un aparato milagroso y muy codiciado, con el que saber qué estaba sucediendo. Quienes estaban en casa y poseían uno, lo desempolvaron y pusieron en marcha. Otros no tenían uno a mano pero consiguieron comprarlo en una tienda antes de que se agotasen. Otros productos estrella vendidos durante esas horas fueron linternas y, por supuesto, pilas eléctricas.

 

Un sector de la población compró además alimentos no perecederos así como otros productos de primera necesidad, ante el temor de que el apagón se prolongase durante días o que fuese el preludio de alguna catástrofe mayor.

 

Lo sucedido el 28 de abril de 2025 en la península Ibérica es una demostración contundente de la gran dependencia que tenemos hacia lo digital, además de hacia lo eléctrico en general. Y debería hacernos reflexionar sobre la confianza, seguramente excesiva, que tenemos hacia lo digital. (Fuente: NCYT de Amazings)

 

 

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