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Redacción
Miércoles, 23 de Julio de 2025
Neurología

Así cambia tu cerebro cuando tocas y compones música

¿Alguna vez te has preguntado qué ocurre en tu cerebro cuando tocas un instrumento o compones una melodía? Lejos de ser solo una habilidad artística, la música implica una compleja actividad cerebral que transforma literalmente cómo piensas, sientes y aprendes. Estudios neurocientíficos recientes revelan que tocar y componer música tiene efectos profundos y duraderos en la estructura y el funcionamiento del cerebro.

 

1. El cerebro musical: una orquesta neuronal

 

Cuando una persona toca un instrumento, se activan de forma simultánea múltiples áreas cerebrales: la corteza auditiva, la motora, la visual, el cerebelo y el cuerpo calloso. Es como si el cerebro entero se convirtiera en una orquesta sincronizada. La práctica musical requiere coordinación entre manos, ojos y oídos, y esta exigencia estimula el desarrollo de redes neuronales más densas y eficientes.

 

Estudios con resonancia magnética funcional (fMRI) muestran que los músicos tienen una mayor conectividad entre ambos hemisferios cerebrales, lo que se traduce en una mejor integración de la información emocional y racional. Esta plasticidad cerebral no solo mejora las habilidades musicales, sino que también potencia la memoria, la atención y la resolución de problemas.

 

2. Componer música: creatividad, emociones y matemáticas

 

La composición musical es una actividad cognitiva especialmente compleja. Implica creatividad, planificación, expresión emocional y conocimiento técnico. Al componer, el cerebro activa regiones asociadas con la imaginación (corteza prefrontal), la regulación emocional (sistema límbico) y la lógica (lóbulos parietales y temporales).

 

Un hallazgo interesante es que los cerebros de los compositores muestran patrones similares a los de las personas que resuelven problemas matemáticos avanzados. La estructura musical se basa en patrones, escalas, progresiones armónicas… todo ello requiere pensamiento abstracto, predicción y experimentación. La música, en cierto modo, es una forma emocional de matemáticas.

 

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3. Beneficios cognitivos a largo plazo

 

Diversas investigaciones han demostrado que tocar un instrumento o componer música tiene beneficios duraderos, incluso si se comienza en la edad adulta. Algunos de los efectos más documentados incluyen:

 

-Mejor memoria verbal y auditiva.

-Mayor capacidad de atención y concentración.

-Incremento en la inteligencia espacial y el razonamiento abstracto.

-Retraso en el deterioro cognitivo asociado al envejecimiento.

 

Además, aprender música en la infancia está relacionado con un desarrollo más rápido del lenguaje y habilidades matemáticas, según estudios publicados en Nature Reviews Neuroscience y The Journal of Neuroscience.

 

4. Emociones, empatía y salud mental

 

La música también es un canal de expresión emocional. Tocar o componer puede servir como una forma de regulación afectiva, ayudando a reducir la ansiedad, procesar experiencias traumáticas o simplemente mejorar el estado de ánimo. La musicoterapia se basa en estos efectos para tratar trastornos como la depresión, el estrés postraumático o el autismo.

 

Los músicos suelen desarrollar también una mayor empatía, ya que el acto de interpretar o crear música implica ponerse en el lugar de otros: del oyente, del compositor original, del compañero de grupo. Esta sensibilidad emocional tiene correlatos neurobiológicos: mayor activación en la ínsula y la amígdala, regiones clave para la comprensión emocional.

 

5. Más que arte, es neurociencia en acción

 

Tocar y componer música no solo es una experiencia estética o creativa: es una auténtica gimnasia cerebral. Aumenta la plasticidad neuronal, fortalece las conexiones entre hemisferios, potencia la memoria y mejora la salud emocional. Por eso, cada vez más neurocientíficos consideran que la música debería ser parte esencial del desarrollo humano, desde la infancia hasta la vejez.

 

Si estás buscando una actividad que desafíe tu mente, alimente tu creatividad y contribuya a tu bienestar emocional, quizá sea hora de retomar ese viejo instrumento… o empezar a componer tu primera canción.

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