Física
Los sonidos más graves y más agudos de la naturaleza
En la vasta sinfonía del mundo natural, algunos sonidos apenas son perceptibles para el oído humano, mientras que otros escapan completamente a nuestra capacidad auditiva. Desde los infrasonidos provocados por fenómenos geológicos hasta los chillidos ultrasónicos de ciertos animales, la naturaleza emite una gama de frecuencias que revelan la complejidad del entorno en que vivimos.
Los sonidos más graves: los infrasonidos invisibles
1. El rugido de los volcanes
Cuando un volcán entra en erupción, genera potentes ondas de infrasonido —frecuencias por debajo de los 20 Hz, el umbral inferior de la audición humana. Estos sonidos pueden viajar miles de kilómetros a través de la atmósfera. El volcán Krakatoa, por ejemplo, produjo una de las explosiones más fuertes de la historia en 1883, cuyos ecos dieron la vuelta al mundo varias veces. Hoy, sensores infrasonoros permiten monitorear volcanes activos y anticipar erupciones.
2. El canto de las ballenas azules
Las ballenas azules (Balaenoptera musculus) emiten cantos a frecuencias tan bajas como 10 Hz. Estos sonidos pueden viajar a través del océano durante cientos de kilómetros y se cree que son una forma de comunicación a larga distancia entre individuos separados por vastas extensiones de agua. Además de su valor ecológico, el estudio de estos cantos ayuda a comprender el impacto del ruido submarino provocado por los humanos.
3. Terremotos y tormentas
Los sismos y las tormentas también generan infrasonidos detectables por sensores especializados. Estos sonidos inaudibles pueden proporcionar información sobre la magnitud de un terremoto o la aproximación de una tormenta severa, abriendo posibilidades para la predicción temprana de desastres naturales.
Los sonidos más agudos: los susurros del ultrasonido
1. Murciélagos y ecolocalización
Los murciélagos utilizan ultrasonidos —frecuencias superiores a los 20.000 Hz— para navegar en la oscuridad. Emiten clics de hasta 120 kHz y analizan el eco que rebota en su entorno para detectar obstáculos y presas. Este mecanismo de ecolocalización ha inspirado tecnologías humanas, como el sonar y dispositivos de asistencia para personas con discapacidad visual.
2. Delfines: comunicación y percepción
Los delfines también emplean frecuencias ultrasónicas, que pueden superar los 150 kHz, tanto para comunicarse como para "ver" mediante ecolocalización. Algunos estudios sugieren que sus vocalizaciones contienen patrones complejos comparables a un lenguaje rudimentario, lo que ha fascinado a biólogos marinos durante décadas.
3. Insectos extremos: el caso del saltamontes del desierto
Ciertos insectos, como el Schistocerca gregaria (langosta del desierto), pueden emitir chirridos agudos que superan los 100 kHz, inaudibles para nosotros pero eficaces para alertar o repeler a depredadores. En el extremo contrario, algunos insectos desarrollaron la capacidad de escuchar estos ultrasonidos para escapar de los murciélagos.
¿Por qué estos sonidos importan?
Estudiar los sonidos extremos de la naturaleza no solo amplía nuestro conocimiento sobre el comportamiento animal y los fenómenos físicos, sino que también tiene aplicaciones prácticas:
-Conservación: Los monitoreos acústicos ayudan a proteger especies en peligro mediante el seguimiento no invasivo.
-Predicción de desastres: Los infrasonidos permiten anticipar eventos catastróficos como erupciones o tsunamis.
-Salud humana: Comprender cómo reaccionamos a sonidos inaudibles puede mejorar la acústica urbana y el diseño de tecnologías auditivas.