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Redacción
Jueves, 09 de Octubre de 2025
Historia de la Ciencia

Thomas Young: El polímata que unió la luz, el lenguaje y la vida

Thomas Young (1773–1829) es uno de esos nombres que, sorprendentemente, no suele aparecer en los grandes titulares de la historia de la ciencia, pese a que sus descubrimientos marcaron el rumbo de disciplinas tan diversas como la física, la óptica, la fisiología y la lingüística. Fue médico, físico, egiptólogo, lingüista y un auténtico pionero de la interdisciplinariedad científica. En un mundo donde el conocimiento se compartimenta cada vez más, Young sigue siendo un modelo de integración intelectual.

 

Un niño prodigio en la Inglaterra ilustrada

 

Nacido en Milverton, Somerset, en 1773, Thomas Young mostró una precocidad fuera de lo común. A los dos años ya sabía leer, y antes de cumplir diez dominaba el latín, el griego y el hebreo. Más tarde aprendería árabe, persa, copto y varios idiomas antiguos más, un talento lingüístico que le abriría la puerta a la egiptología.

 

Su educación fue igualmente ecléctica. Estudió medicina en Edimburgo, física en Cambridge y se formó también en Göttingen, Alemania. Pero su curiosidad no conocía límites: la mente de Young parecía moverse con naturalidad entre las leyes de la óptica y los secretos del cuerpo humano.

 

El experimento de la doble rendija: el triunfo de la luz ondulatoria

 

Si hay un hito que inmortalizó a Thomas Young en los anales de la ciencia, fue su experimento de la doble rendija, presentado en 1801 ante la Royal Society.

 

En un tiempo en que la mayoría de los científicos —incluido Isaac Newton— consideraban que la luz estaba compuesta por partículas, Young demostró lo contrario: al hacer pasar un haz de luz por dos rendijas, observó un patrón de interferencia típico de las ondas.

 

Este experimento no solo cambió la física de su época, sino que se convertiría en uno de los fundamentos de la física moderna. Más de un siglo después, los estudios sobre la dualidad onda-partícula de la luz y de la materia volverían a poner a Young en el centro del escenario.

 

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(Foto: Wikimedia Commons)

 

La visión humana y el ojo como instrumento óptico

 

El interés de Young por la fisiología le llevó a estudiar el funcionamiento del ojo humano. Fue el primero en explicar correctamente el proceso de acomodación visual, es decir, cómo el ojo ajusta el enfoque para ver objetos a diferentes distancias.

 

Además, propuso la teoría tricromática de la visión, según la cual los colores se perciben mediante tres tipos de receptores sensibles al rojo, verde y azul. Esta hipótesis, confirmada un siglo más tarde por Hermann von Helmholtz, se convirtió en la base de la comprensión moderna del color y de tecnologías como las pantallas LED.

 

Del desciframiento de los jeroglíficos al nacimiento de la egiptología moderna

 

Pocos saben que Thomas Young también fue una figura clave en el desciframiento de la Piedra de Rosetta, el hallazgo arqueológico que permitió recuperar la lectura del antiguo egipcio.

 

Young fue el primero en identificar correctamente que los jeroglíficos combinaban elementos fonéticos y simbólicos. Aunque Jean-François Champollion se llevaría el reconocimiento final, la labor de Young fue fundamental para sentar las bases de la egiptología científica.

 

La amplitud de una mente universal

 

Además de sus logros en óptica y lingüística, Young contribuyó a la elasticidad de materiales (la llamada módulo de Young lleva su nombre), a la teoría de las mareas, a la acústica y a la metrología. También colaboró en la redacción de artículos para la Encyclopaedia Britannica, cubriendo temas tan diversos como la mecánica, la vida, la música y el lenguaje.

 

Vigencia de un visionario

 

Thomas Young falleció en 1829, con apenas 55 años. Su herencia es la de un pensador que se negó a poner límites al conocimiento. En una época en la que la ciencia y las humanidades parecían mundos separados, Young demostró que todas las formas de comprensión del universo —desde la luz hasta el lenguaje— podían iluminarse mutuamente.

 

En definitiva, Young fue —como lo llamó su contemporáneo William Whewell— “el último hombre que lo sabía todo”, un título que resume la magnitud de su genio y la vigencia de su pensamiento en la era del conocimiento compartido.

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