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Redacción
Viernes, 24 de Octubre de 2025
Salud

Qué ocurre cuando nos asfixiamos: el viaje mortal del cuerpo hacia la falta de oxígeno

La asfixia es uno de los procesos biológicos más dramáticos y letales que puede experimentar el cuerpo humano. Aunque solemos asociarla con el acto de no poder respirar, detrás de esa sensación se esconde una cascada de reacciones fisiológicas que alteran el cerebro, el corazón y cada célula del organismo. Entender qué ocurre cuando nos asfixiamos es crucial, no solo desde una perspectiva médica, sino también para la prevención de accidentes y emergencias cotidianas.

 

El punto de partida: la falta de oxígeno

 

El aire que respiramos contiene aproximadamente un 21% de oxígeno (O₂), gas esencial para la vida celular. Cuando la entrada de aire se bloquea —por obstrucción de las vías respiratorias, sumersión, estrangulamiento o intoxicación por gases—, los pulmones dejan de suministrar oxígeno a la sangre. En cuestión de segundos, el nivel de oxígeno en la sangre (saturación) comienza a caer. El cerebro, el órgano más sensible a esta carencia, es el primero en sufrir las consecuencias.

 

Lo que sucede en el cerebro: el reloj comienza a contar

 

-A los 10 segundos sin oxígeno, aparece la sensación de ahogo y el cuerpo intenta desesperadamente inhalar aire.
-A los 30 segundos, el dióxido de carbono (CO₂) se acumula, generando una sensación de ardor en el pecho.
-En torno al minuto, la pérdida de conciencia es inminente: las neuronas, sin oxígeno, comienzan a morir.
-Pasados 3 a 5 minutos, el daño cerebral puede ser irreversible. A los 10 minutos, la probabilidad de muerte es casi total.

 

El proceso es tan rápido que el margen de actuación es mínimo, lo que explica por qué la reanimación cardiopulmonar (RCP) o el uso de desfibriladores en emergencias son herramientas vitales para revertir la hipoxia antes de que sea demasiado tarde.

 

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El corazón y los pulmones: una batalla perdida

 

Mientras el cerebro entra en crisis, el corazón intenta compensar aumentando la frecuencia cardíaca. La sangre se bombea con más fuerza para distribuir el poco oxígeno disponible. Pero sin ventilación efectiva, la presión arterial cae, el ritmo cardíaco se vuelve irregular (arritmia) y, finalmente, se detiene. En paralelo, los pulmones colapsan parcialmente: los alvéolos, esas diminutas bolsas de aire donde se produce el intercambio gaseoso, dejan de cumplir su función.

 

Las células se asfixian: el metabolismo anaeróbico

 

A nivel celular, la falta de oxígeno obliga a las mitocondrias —las “centrales energéticas” del cuerpo— a cambiar de modo: del metabolismo aeróbico al anaeróbico. Este proceso produce menos energía y genera ácido láctico, lo que provoca una acidosis metabólica que daña tejidos y órganos. Si el oxígeno no vuelve a tiempo, las células comienzan a morir en cadena, lo que lleva al fallo multiorgánico.

 

Por qué es vital actuar rápido

 

La asfixia puede deberse a múltiples causas: atragantamiento con alimentos, inhalación de humo, ahogamiento, intoxicación por monóxido de carbono o incluso reacciones alérgicas graves (anafilaxia). En todos los casos, cada segundo cuenta. Saber aplicar la maniobra de Heimlich, llamar a emergencias y mantener las vías respiratorias despejadas puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

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