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Redacción
Jueves, 30 de Octubre de 2025
Biología

El vertiginoso ritmo actual de descubrimiento de especies nuevas

En un mundo en crisis de biodiversidad, podría parecer paradójico que los científicos sigan encontrando decenas de miles de especies nuevas cada año. Sin embargo, ese hallazgo constante no solo es real: se trata de uno de los procesos más dinámicos y urgentes de la biología moderna.

 

El pulso del descubrimiento biológico

 

Según distintos estudios, se describen formalmente entre 15.000 y 20.000 especies nuevas al año. Ese rango incluye organismos muy diversos: desde insectos y microbios hasta animales marinos o plantas, siendo muchos de los descubrimientos difíciles de ver a simple vista.

 

Por ejemplo, en los océanos el ritmo también es notable: según datos del World Register of Marine Species (WoRMS), se están validando alrededor de 2.332 nuevas especies marinas cada año.
En otra métrica, los últimos cinco años han mostrado una tasa media de más de 2.200 especies marinas descritas anualmente, según la propia base WoRMS.

 

A nivel institucional, el Museo de Historia Natural del Reino Unido reportó haber descrito 815 especies nuevas durante 2023. Y un ejemplo especialmente llamativo llegó en 2025: el proyecto Ocean Census, liderado por la Nippon Foundation y Nekton, dio a conocer 866 nuevas especies marinas, descubiertas en múltiples expediciones hasta casi 5.000 m de profundidad.

 

¿Por qué sucede este ritmo tan alto?

 

Varias razones explican por qué, pese a siglos de exploración, estamos descubriendo especies a un ritmo tan elevado:

 

-Invisibilidad del desconocido: Muchas de las nuevas especies no son grandes mamíferos o aves llamativas, sino organismos diminutos —insectos, gusanos, moluscos— o formas de vida microbiana que solo pueden detectarse mediante técnicas especializadas.

 

-Tecnología en alza: Nuevas herramientas como secuenciación genética, vehículos operados remotamente o muestreos en hábitats difíciles (como profundidades oceánicas o selvas densas) permiten acceder a nichos hasta ahora inexplorados.

 

-Colaboración global: El trabajo conjunto entre científicos de múltiples países, museos, instituciones académicas y ONGs ha potenciado la capacidad de detectar y describir nuevas especies, como demuestra el Ocean Census, que integró a más de 400 instituciones.

 

-Necesidad urgente de catalogar: La crisis de biodiversidad impulsa la documentación rápida: describir una especie es un paso necesario para protegerla, especialmente si existe riesgo de extinción. La Real Sociedad señala que muchas especies podrían evaluarse solo si son conocidas científicamente.

 

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Los límites del conocimiento y las proyecciones

 

A pesar del ritmo acelerado, nuestro catálogo biológico está lejos de completarse. Algunas estimaciones sugieren que podrían existir hasta 10 millones de especies aún por descubrir. Este desfase entre lo conocido y lo real se observa especialmente en grupos menos estudiados: los mamíferos, aves o grandes plantas están bastante bien inventariados, mientras que insectos, hongos o microorganismos siguen siendo una gran “tierra incognita”.

 

Por su parte, el registro marino también revela espacio para seguir explorando: aunque WoRMS ha catalogado más de 240.000 especies marinas válidas, la tasa de descubrimiento no muestra señales claras de desaceleración.

 

Un estudio reciente incluso plantea que, con más taxónomos (unos 2.000 más) y un impulso en las tecnologías, sería posible describir hasta 10 millones de especies en menos de 50 años.

 

Descubrir antes de que sea demasiado tarde

 

El lado oscuro de este descubrimiento frenético es que muchas de estas especies podrían estar al borde de la extinción incluso antes de ser descritas. La Real Sociedad advierte que la pérdida de biodiversidad no se compensa simplemente encontrando más especies, pues muchas ya están desapareciendo. Además, el tiempo que lleva formalizar una especie no es trivial: por ejemplo, en organismos marinos es común que pasen más de 13 años entre que se recoge un ejemplar y este se describe científicamente. Este desfase temporal plantea un dilema ético y práctico: ¿cuántas especies se extinguen antes de que sepamos que existían?

 

¿Qué implica para la conservación y la ciencia?

 

-Catalogar para conservar: describir especies nuevas no es solo un ejercicio académico: es una piedra clave para planificar estrategias de conservación, priorizar hábitats y proteger lo que aún no conocemos.

 

-Formar taxónomos: hace falta más personal especializado. El déficit de expertos en taxonomía es una barrera para avanzar más rápido.

 

-Invertir en exploración: proyectos como el Ocean Census demuestran que las expediciones coordinadas pueden dar grandes frutos, pero requieren financiación sostenida.

 

-Aprovechar IA y big data: soluciones recientes, como modelos de inteligencia artificial para detectar posibles especies nuevas en imágenes, ofrecen un camino prometedor.

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