Astronomía
Las Táuridas, ¿lluvia de meteoros que podría traer una catástrofe para la Tierra?
Cada año, la lluvia de meteoros conocida como Táuridas ilumina el cielo nocturno desde finales de octubre hasta principios de noviembre. Esta lluvia periódica de meteoros recibe su nombre de la constelación de Tauro, el toro, desde donde parecen surgir estos meteoros.
Los meteoros, popularmente también conocidos como “estrellas fugaces”, son destellos y estelas de luz que aparecen cuando el polvo, las piedrecitas y los pedruscos provenientes del espacio se queman al entrar en la atmósfera terrestre y sufrir un intenso roce contra esta.
Las Táuridas son fragmentos procedentes del cometa Encke, que ha dejado un rastro de escombros orbitando alrededor del Sol. Dos veces al año, esta corriente se cruza con la órbita de la Tierra: una vez alrededor de Halloween, cuando las Táuridas son visibles por la noche, y otra vez en junio, durante el día. Los meteoros de junio, conocidos como Beta Táuridas, no se pueden ver en el cielo diurno a menos que sean bólidos excepcionalmente brillantes.
Pero ¿qué pasaría si entre las Táuridas hubiera objetos mucho más grandes y se acercaran demasiado a la Tierra?
Un nuevo estudio explora las probabilidades de que fragmentos mucho más grandes que los típicos de las Táuridas entren en la atmósfera terrestre y acaben impactando contra la superficie o estallando a poca altitud sobre ella. En ambos casos, ello podría provocar la destrucción de la zona afectada.
El estudio es obra de un equipo encabezado por Mark Boslough, de la Universidad de Nuevo México en Albuquerque, y del Laboratorio Nacional de Los Álamos, ambas instituciones en Estados Unidos.
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Un meteoro en forma de bola de fuego captado en el cielo nocturno durante una lluvia de estrellas fugaces de las Táuridas por una estación de vigilancia de la NASA en Cartersville, Georgia, Estados Unidos, en 2012. (Foto: NASA)
La investigación empleó datos publicados recientemente de campañas de observación asociadas con la corriente de las Táuridas. Los investigadores han descubierto que puede existir un riesgo mayor de lo creído de que entren en la atmósfera objetos no tan grandes como para resistir la travesía por ella e impactar contra la superficie pero sí lo suficiente como para estallar a poca altitud y devastar el área situada debajo.
Asimismo, los investigadores también investigaron la posibilidad de un enjambre de Táuridas concentradas.
Los objetos de la corriente Táurida orbitan alrededor del Sol siete veces por cada dos órbitas de Júpiter. Este ciclo, conocido como resonancia, significa que parte de la corriente se acerca a Júpiter a intervalos regulares. Debido a que Júpiter es el planeta más grande del sistema solar, su fuerte gravedad puede agrupar estos objetos, creando densos cúmulos.
Los hallazgos sugieren que si existe un enjambre denso de Táuridas, pasará cerca de la Tierra en 2032 y 2036.
Según los investigadores, en ambas ocasiones los objetos de un hipotético enjambre denso de las Táuridas podrían ser observables, y la Tierra podría experimentar un riesgo mayor de lo normal de sufrir el estallido aéreo de alguno de estos objetos.
Si en el enjambre se concentran objetos grandes (como el que estalló sobre la ciudad rusa de Cheliábinsk en 2013 o como el que lo hizo en 1908 sobre la zona de Tunguska en la taiga siberiana) serían observables con telescopios en el cielo nocturno, pero solo después de haber pasado cerca de la Tierra y comenzado a alejarse.
Según unos análisis hechos por Boslough, el estallido aéreo del meteoro de Cheliábinsk fue producido por un asteroide que tenía unos 20 metros de diámetro y su potencia explosiva fue de aproximadamente medio megatón. Por su parte, el objeto que estalló sobre Tunguska en 1908 y arrasó una amplia zona liberó una potencia explosiva probablemente unas 10 veces mayor (de 3 a 5 megatones). Tengamos en cuenta que la bomba atómica que arrasó Hiroshima tenía solo unos 15 kilotones. Un megatón son mil kilotones.
"Si descubrimos estos objetos con suficiente antelación, entonces tendremos tiempo para aplicar medidas con las que reducir o eliminar el riesgo. Si el nuevo telescopio infrarrojo NEO Surveyor no tarda demasiado en entrar en servicio, potencialmente podríamos tener mucho más tiempo de alerta", explica Boslough.
Boslough recomienda que la gente tenga siempre frescos unos conocimientos básicos sobre medidas de protección ante cada clase de catástrofe natural. Por ejemplo, una de las lecciones clave del estallido de Cheliábinsk es que la mayoría de las lesiones de personas de la zona fueron causadas por fragmentos de vidrio expulsados desde ventanas cuando la gente que estaba en interiores corrió a ellas para ver el destello brillante que volaba por el cielo. Debemos aprender de esto, y si algún día somos testigos de algo así, mantenernos alejados de las ventanas y evitar mirar directamente a la explosión.
El paso del hipotético enjambre concentrado en 2032 comenzará por el lado nocturno de la Tierra.
En 2026, el posible enjambre llegará desde la dirección del Sol, por lo que no se verán bolas de fuego en el cielo despejado a menos que sean extremadamente brillantes, puesto que deberán competir en resplandor con el Sol. El enjambre sería observable con telescopios en el cielo nocturno solo después de haber pasado cerca de la Tierra y comenzado a alejarse.
En cualquier caso, y es importante hacer hincapié en esto, la probabilidad de explosiones es extremadamente baja, de modo que incluso un riesgo mayor significa que la probabilidad resultante sigue siendo muy baja. No hay que hacer caso de las advertencias catastrofistas que circulan por redes sociales e incluso por algunos medios periodísticos, ya que son exageraciones.
El estudio se titula “2032 and 2036 risk enhancement from NEOs in the Taurid stream: Is there a significant coherent component to impact risk?“. Y se ha publicado en la revista académica Acta Astronautica. (Fuente: NCYT de Amazings)


