Química
La sorprendente historia del ácido acetilsalicílico
El ácido acetilsalicílico —más conocido mundialmente como aspirina— es uno de los fármacos más influyentes de la historia moderna. Presente en botiquines, hospitales y protocolos clínicos de casi todos los países, su origen es una fascinante combinación de tradición, química y revolución farmacéutica. Veamos cómo una corteza de árbol terminó convirtiéndose en un medicamento esencial para la salud pública global.
Un inicio natural: los antiguos y la corteza de sauce
Mucho antes de que existiera la palabra “fármaco”, diversas civilizaciones ya habían descubierto que la corteza del sauce (género Salix) tenía un notable efecto para aliviar el dolor y la fiebre.
-Los sumerios, alrededor del 3000 a. C., la empleaban como analgésico natural.
-En la Antigüedad clásica, Hipócrates recomendaba infusiones de hojas y corteza de sauce para tratar el dolor y la inflamación.
-Los egipcios y asirios también documentaron su uso terapéutico.
Aunque entonces nadie conocía su composición química, el principio activo responsable era el ácido salicílico (en forma de salicilato natural).
El salto a la química moderna: el ácido salicílico
En el siglo XIX, la medicina empezó a vincular estos efectos con compuestos químicos específicos. En 1828, el farmacéutico alemán Johann Buchner aisló por primera vez un extracto cristalizado del sauce, al que llamó salicina. Poco después, el químico Raffaele Piria logró transformarla en ácido salicílico puro.
Era eficaz, pero había un problema: El ácido salicílico irritaba gravemente el estómago, lo que limitaba su uso generalizado.
La carrera científica por modificar la molécula y hacerla más segura no tardaría en comenzar.
1897: el nacimiento del ácido acetilsalicílico moderno
El punto de inflexión llegó en los laboratorios de la compañía alemana Bayer. El químico Felix Hoffmann consiguió acetilar el ácido salicílico, obteniendo una nueva molécula mucho mejor tolerada: el ácido acetilsalicílico (AAS).
![[Img #77378]](https://noticiasdelaciencia.com/upload/images/11_2025/7826_felix_hoffman.jpg)
(Foto: Wikimedia Commons/UCLA)
El compuesto poseía tres cualidades decisivas:
-Menor irritación gástrica
-Potente efecto analgésico y antipirético
-Alta estabilidad química
En 1899, Bayer lanzó el nuevo medicamento al mercado bajo el nombre “Aspirin”, combinando a (de acetil) + spir (de Spiraea ulmaria, planta rica en salicilatos) + -in (sufijo común en productos farmacéuticos de la época).
Lo que vino después fue una auténtica revolución.
Siglo XX: de analgésico común a caballo de batalla de la medicina moderna
Durante décadas, la aspirina se consolidó como el analgésico más utilizado del planeta. Sin embargo, el verdadero giro científico llegó a mediados del siglo XX, cuando investigadores descubrieron que el AAS tenía acciones más complejas de lo que se creía.
En 1971, el farmacólogo británico John Vane demostró que el ácido acetilsalicílico inhibía la producción de prostaglandinas, mensajeros químicos responsables del dolor, la inflamación y la coagulación. Este trabajo le valió el Premio Nobel en 1982.
Este descubrimiento permitió entender por qué la aspirina podía:
-Reducir inflamaciones
-Aliviar fiebre y dolor
-Prevenir la formación de coágulos mediante la inhibición irreversible de la agregación plaquetaria
Desde entonces, millones de pacientes han recibido AAS en bajas dosis para reducir el riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares.
Aspirina en el siglo XXI: un clásico que sigue evolucionando
Pese a llevar más de un siglo en el mercado, la investigación sobre el ácido acetilsalicílico continúa activa. Hoy se estudian posibles funciones adicionales, como:
-Su papel preventivo en ciertos tipos de cáncer colorrectal
-El uso en enfermedades inflamatorias crónicas
-Aplicaciones en cardiología preventiva en grupos específicos
Aunque el uso diario de AAS no está recomendado para toda la población, sigue siendo un fármaco fundamental en estrategias médicas globales.



