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Redacción
Jueves, 04 de Diciembre de 2025
Medicina

Hipoacusia: la pérdida auditiva que avanza silenciosamente

La hipoacusia, o pérdida parcial de la audición, se ha convertido en uno de los problemas de salud más crecientes del siglo XXI. Aunque solemos asociarla con el envejecimiento, hoy sabemos que afecta también a jóvenes e incluso a niños, impulsada por factores ambientales, genéticos y sociales. La Organización Mundial de la Salud estima que más de 430 millones de personas en el mundo viven con algún grado de pérdida auditiva clínicamente significativa, una cifra que amenaza con duplicarse antes de 2050 si no se toman medidas preventivas.

 

¿Qué es exactamente la hipoacusia?

 

La hipoacusia es una disminución en la capacidad de escuchar sonidos. Puede ser unilateral (en un oído) o bilateral (en ambos), y su severidad va desde leve —dificultad para oír murmullos o conversaciones en ambientes ruidosos— hasta profunda, cuando la audición es prácticamente inexistente.

 

Existen tres tipos principales:

 

-Hipoacusia conductiva: se produce cuando el sonido no puede transmitirse adecuadamente a través del oído externo o medio. Suele deberse a infecciones, malformaciones o acumulación de cerumen.

 

-Hipoacusia neurosensorial: la más común. Afecta al oído interno o al nervio auditivo. Puede originarse por la edad, exposición prolongada a ruidos fuertes, enfermedades degenerativas o causas genéticas.

 

-Hipoacusia mixta: una combinación de las dos anteriores.

 

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Un problema en aumento: los culpables modernos

 

Aunque el envejecimiento sigue siendo un factor determinante, la vida moderna ha añadido nuevos riesgos:

 

-Exposición continua a ruido: conciertos, auriculares a gran volumen, ciudades cada vez más ruidosas.

 

-Ototoxicidad: algunos medicamentos utilizados en tratamientos intensivos pueden dañar las células del oído interno.

 

-Infecciones y complicaciones pediátricas: la otitis media repetida sigue siendo una causa frecuente en niños.

 

-Factores genéticos: se estima que el 50–60 % de los casos en recién nacidos tienen un origen hereditario.

 

Señales de alerta: la importancia del diagnóstico temprano

 

Uno de los mayores desafíos de la hipoacusia es que puede avanzar sin que la persona lo note. Entre los síntomas más comunes destacan:

 

-Pedir con frecuencia que repitan lo que se dice.

 

-Sensación de que los demás “murmuran”.

 

-Subir el volumen del televisor o del móvil más de lo habitual.

 

-Dificultad para seguir conversaciones en ambientes ruidosos.

 

-Tinnitus (zumbidos en los oídos).

 

Detectarla pronto no solo mejora la calidad de vida, sino que evita complicaciones cognitivas. En adultos mayores, por ejemplo, la pérdida auditiva no tratada se asocia con un mayor riesgo de deterioro cognitivo y aislamiento social.

 

Avances científicos que están cambiando el panorama

 

La investigación en audición vive un momento especialmente activo. Algunos de los avances más prometedores incluyen:

 

-Implantes cocleares de nueva generación, más pequeños y precisos.

 

-Terapias génicas orientadas a corregir mutaciones responsables de hipoacusia congénita.

 

-Regeneración de células ciliadas del oído interno, un campo en crecimiento que busca restaurar la audición perdida.

 

-Dispositivos auditivos inteligentes, capaces de adaptarse al entorno, reducir ruido de fondo y mejorar el entendimiento del habla mediante IA.

 

¿Se puede prevenir la hipoacusia?

 

En muchos casos, sí. Aunque no siempre es evitable —especialmente cuando se debe a causas genéticas o degenerativas—, existen medidas clave para reducir el riesgo:

 

-Mantener el volumen de auriculares por debajo del 60 % y evitar su uso prolongado.

 

-Utilizar protección auditiva en conciertos, discotecas o lugares de trabajo ruidosos.

 

-Tratar precozmente infecciones de oído.

 

-Realizar revisiones auditivas periódicas, sobre todo a partir de los 50 años.

 

-Evitar la automedicación con fármacos potencialmente ototóxicos.

 

Una condición silenciosa, pero no invisible

 

La hipoacusia no debe considerarse una consecuencia inevitable del paso del tiempo. La ciencia, la tecnología y la concienciación colectiva están abriendo la puerta a una nueva era donde preservar la audición es posible. La clave está en actuar antes de que el silencio avance demasiado.

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