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Redacción
Miércoles, 03 de Diciembre de 2025
Astronomía

Perturbaciones desconocidas en nuestro vecindario interestelar

Nuestro sistema solar está rodeado localmente por nubes interestelares de gas (esencialmente hidrógeno con algo de helio) y polvo, que se extienden unos 30 años-luz de un extremo a otro. En opinión de algunos científicos, el hecho de que nuestro sistema solar esté dentro de este conjunto de nubes capaces de protegernos de radiación ionizante externa puede estar contribuyendo de forma significativa a que la Tierra sea habitable. Sin embargo, aunque a escala de una vida humana este vecindario cósmico sea imperturbable, no lo es con el paso de millones de años.

 

Cuando décadas atrás, mediante el telescopio espacial Hubble y otros, se comenzó a observar con suficiente nivel de detalle las nubes interestelares de nuestro vecindario cósmico, enseguida se detectó algo extraño:

 

Aproximadamente un 20% de los átomos de hidrógeno y un 40% de los átomos de helio en dichas nubes locales habían sido ionizados; la cantidad de helio ionizado, en particular, resultaba inusualmente alta. Era obvio que algo había perturbado dichas nubes.

 

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En su recorrido orbital alrededor del centro de la galaxia, nuestro sistema solar está ahora cruzando un cúmulo de nubes interestelares de muy baja densidad. Actualmente, el sistema solar (cuya posición está marcada por el punto amarillo central) está dentro de una de tales nubes de bajísima densidad. (Imagen: NASA / Adler / U. Chicago / Wesleyan)

 

Con el paso de millones de años, no solo cambia el sector de la galaxia que nuestro sistema solar cruza en su órbita alrededor del centro galáctico, sino que también otras estrellas pueden alejarse o acercarse a la nuestra, algo que puede dejar huellas en las nubes interestelares que nos rodean.

 

Sospechando que la rara ionización de las nubes interestelares locales podía deberse al paso de una estrella o estrellas a través de ellas, un equipo encabezado por J. Michael Shull, de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, buscó y catalogó todos los posibles astros con capacidad suficiente para hacer eso y ocasión para ejercerla.

 

Dos estrellas captaron pronto la atención de los investigadores: Epsilon Canis Majoris y Beta Canis Majoris, de clase espectral B y mucho más masivas que el Sol.

 

Hoy en día, estas estrellas están situadas a más de 400 años-luz de distancia de la Tierra, en la constelación Canis Major (Can Mayor). A juzgar por los cálculos efectuados por el equipo, hace 4,4 millones de años esas estrellas se acercaron a nuestro sistema solar hasta una distancia de entre 30 y 35 años-luz, un roce en términos cósmicos. De hecho, en el cielo nocturno de la Tierra de hace 4,4 millones de años, esas dos estrellas debían ser entre 4 y 6 veces más brillantes de lo que hoy en día lo es Sirio, la estrella más brillante de todo el firmamento terrestre actual.

 

Durante aquel acercamiento, esas estrellas, mucho más calientes que el Sol, emitieron una potente radiación ultravioleta. Esta radiación ionizó las nubes locales, despojando de electrones a átomos de hidrógeno y helio, dejándolos con una carga positiva, una marca que aún hoy es detectable.

 

Esto explica el misterio del estado actual de ionización de esas nubes.

 

El estudio se titula “Ionization Sources of the Local Interstellar Clouds: Two B Stars, Three White Dwarfs, and the Local Hot Bubble”. Y se ha publicado en la revista académica The Astrophysical Journal. (Fuente: NCYT de Amazings)

 

 

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