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Redacción
Miércoles, 31 de Diciembre de 2025
Medicina

¿Por qué las lesiones de hombro son cada vez más comunes?

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Actualmente, las molestias en zonas como el hombro, los brazos y la espalda son cada vez más recurrentes. El hombro es, con diferencia, la pieza de nuestro cuerpo que más vueltas puede dar, pero esa misma agilidad es su punto débil cuando le metemos la caña que le metemos hoy en día.

 

El problema es que nuestra anatomía sigue siendo la de hace miles de años, pero nuestra forma de vivir ha cambiado de golpe, y ahí es donde se lía. Tus huesos y tendones no están preparados para el tute que les das a diario, y eso crea una pelea silenciosa bajo la piel que acaba pasando factura. Si quieres dejar de vivir con ese dolorcito constante, lo primero es entender qué le estás pidiendo a tu cuerpo y por qué te está gritando que pares.

 

La trampa de la postura frente a las pantallas

 

Pasas horas con la mirada fija en el móvil o inclinando el tronco hacia el ordenador, lo que obliga a tus hombros a rotar hacia delante de forma antinatural. Esa posición mantenida acorta los músculos del pecho y estira en exceso los de la espalda, creando un desequilibrio que termina por comprimir los tendones que pasan por debajo del hueso.

 

Cuando ese espacio se reduce, cualquier movimiento cotidiano empieza a rozar y a inflamar la zona, dando lugar a lo que muchos conocen como síndrome de pinzamiento. Al acudir a centros especializados como Fisioclínica La Herradura, los profesionales suelen observar que el problema no nace siempre en el hombro, sino en una columna que ha perdido su alineación original.

 

Si tus vértebras no están en su sitio, el hombro intenta compensar esa falta de estabilidad haciendo un sobreesfuerzo para el que no está preparado. El resultado es una fatiga muscular crónica que acaba convirtiéndose en una lesión real si no se corrige a tiempo mediante ejercicios de movilidad y conciencia corporal.

 

El auge del ejercicio físico sin control técnico

 

Por otro lado, el deseo de mejorar nuestra salud nos lleva muchas veces a apuntarnos al gimnasio o a practicar deportes de moda sin contar con la supervisión adecuada. Levantar peso por encima de la cabeza o realizar movimientos repetitivos en deportes de raqueta son situaciones donde las lesiones de hombro encuentran su caldo de cultivo perfecto.

 

Si la técnica falla, la articulación sufre microtraumatismos que, aunque no duelen al principio, van desgastando el cartílago y los ligamentos de forma silenciosa. Muchos deportistas aficionados confunden el dolor con el progreso, ignorando las señales de advertencia que envía el organismo antes de romperse del todo.

 

Una técnica de press de banca mal ejecutada o un saque de tenis forzado pueden provocar desgarros en el manguito rotador, un grupo de tendones vital para la estabilidad del brazo. Una vez que la estructura se daña, el proceso de recuperación suele ser largo y tedioso, precisamente porque el hombro nunca descansa de verdad en las tareas cotidianas.

 

La clave para evitar pasar por el quirófano radica en fortalecer los músculos estabilizadores, esos que casi nadie entrena porque no se ven frente al espejo. Tener unos pectorales grandes no sirve de nada si los músculos que sujetan la escápula están débiles, debido a que el hombro bailará dentro de su cavidad provocando roces internos.

 

El estrés emocional reflejado en la articulación

 

A veces no nos damos cuenta, pero el cuerpo tiene una forma muy suya de decirnos que estamos desbordados, y suele elegir los hombros para soltar toda esa carga emocional. Es casi como si las preocupaciones se volvieran físicas y terminaran instalándose en los trapecios, haciendo que se queden apretados y duros sin que te des ni cuenta.

 

Al estar siempre en tensión, la sangre no corre como debería y a los tejidos les falta ese "aire" que necesitan para estar bien, lo que acaba provocando esos nudos y pinchazos tan molestos. Además, cuando vas a mil por hora, empiezas a respirar mal, usando solo la parte alta del pecho, lo que obliga a tus hombros a subir y bajar miles de veces al día sin necesidad.

 

Ese vaivén constante termina agotando los músculos y te deja esa sensación de quemazón, como si llevaras una mochila llena de piedras que no te puedes quitar. La buena noticia es que, si aprendes a respirar con la tripa y a soltar el cuerpo un poco, la articulación vuelve a su sitio y descansa de verdad.

 

La importancia de una alimentación proinflamatoria

 

Casi nadie se para a pensar que lo que mete en el plato tiene un impacto directo en cómo le duelen los brazos, pero lo cierto es que hay una relación química brutal entre lo que comes y el estado de tus tendones. Si abusas del azúcar o de las grasas malas, tu cuerpo se queda como en una especie de "alerta" constante, inflamado por dentro, y eso hace que cualquier roce tonto en el hombro te moleste el doble de lo normal.

 

Los tejidos pierden esa elasticidad que deberían tener y se vuelven quebradizos, así que terminas lesionándote con gestos que antes no te suponían ningún esfuerzo. Meterle mano a la dieta y añadir cosas como nueces o un poco de pescado azul ayuda un montón, porque el omega-3 funciona como un aceite natural que suaviza el movimiento de los huesos.

 

Por otro lado, no te imaginas lo que cambia la película si simplemente bebes más agua. El líquido que tenemos entre las articulaciones para que no rocen entre sí necesita que estés bien hidratado; si no, es como intentar que un motor funcione sin aceite: las piezas chirrían, se desgastan antes de tiempo y el cerebro no deja de recibir señales de que algo va mal.

 

Lo mismo pasa con la vitamina C y el colágeno, que son como el "pegamento" que mantiene todo el hombro bien firme y en su sitio. Si pasas de estos nutrientes, tus ligamentos se vuelven flojos y pierden esa capacidad de aguantar los golpes o los esfuerzos del día a día, dejándote vendido ante la mínima presión.

 

El camino hacia una recuperación consciente

 

Si ya sientes que algo no va bien en tu brazo, lo peor que puedes hacer es ignorar el aviso o recurrir sistemáticamente a los antiinflamatorios de farmacia. Tapar el dolor solo sirve para que sigas forzando la articulación hasta que el daño sea irreversible o requiera medidas drásticas. Escuchar a tu cuerpo implica entender que el dolor es un mensajero que te pide un cambio de hábitos, ya sea en tu puesto de trabajo o en tu forma de moverte.

 

Finalmente, el objetivo no debería ser solo eliminar el pinchazo actual, sino construir una estructura física resiliente que te acompañe durante toda la vida. Tus hombros te han servido para abrazar, para alcanzar metas y para expresarte; ahora te toca a ti devolverles el favor cuidando su movilidad y su descanso.

 

Un hombro sano es sinónimo de una vida independiente y activa, algo que valorarás mucho más con el paso de los años si empiezas a actuar desde hoy mismo.

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