Paleontología
Los territorios supuestamente exclusivos de grandes dinosaurios pudieron acoger en realidad a dinosaurios de todos los tamaños
Una investigación pionera ha desvelado que los territorios que se pensaba que estuvieron dominados sólo por los dinosaurios más grandes, en realidad pudieron ser el hogar de docenas de otras criaturas.
El equipo de Peter Falkingham de la Universidad de Manchester ha descubierto que los dinosaurios sólo dejaban huellas duraderas en el terreno si las condiciones del suelo eran propicias para ello, y también dependiendo del peso del animal.
Los resultados de esta investigación podrían ayudar a desvelar la verdadera naturaleza de bastantes yacimientos paleontológicos, al mostrar cómo una gran cantidad de animales pueden caminar sobre un área y sólo unos pocos dejar huellas.
Los resultados implican que yacimientos muy importantes de huellas prehistóricas de dinosaurios, como la zona del río Paluxy en Texas, Estados Unidos, o la de Fumanya, en Cataluña, España, pudieron estar habitados por una cantidad mucho mayor de dinosaurios y otros animales, que la deducida a partir de las huellas encontradas. No habrían sido, por tanto, tierras exclusivas de gigantes, sino hábitats con bestias de todos los tamaños.
El equipo de Falkingham usó detallados modelos informáticos para recrear el proceso mediante el cual los dinosaurios de gran peso dejaron para la posteridad sus huellas en diferentes tipos de lodo.
El equipo incorporó a científicos de diversas disciplinas, incluyendo al paleontólogo de vertebrados Phil Manning y al ingeniero geotécnico Lee Margetts, ambos de la Universidad de Manchester, así como al biomecánico Karl Bates (Universidad de Liverpool).
Mediante el uso de modelos digitales para simular el mencionado proceso, los científicos pudieron por primera vez ejecutar docenas de simulaciones con el fin de cambiar sistemáticamente las condiciones del lodo y el peso de los animales que caminaban por él.
Se sabe que los dinosaurios variaban mucho en su peso, desde el Brachiosaurus, con un peso de alrededor de 30 toneladas, hasta el Compsognathus, que era del tamaño y el peso de un pollo. Probando con los distintos pesos corporales en las simulaciones, los investigadores constataron que, bajo las condiciones idóneas, sólo las criaturas más pesadas podían dejar huellas en el lodo.