Artículo de Germán Fernández Sánchez, en el blog El Neutrino, que recomendamos por su interés.
Hace doscientos años, en 1812, el gran zoólogo francés Georges Cuvier se atrevió a afirmar que era muy poco probable que quedara algún gran cuadrúpedo por descubrir. Era la época de la revolución industrial, cuando las grandes exploraciones geográficas casi habían alcanzado hasta el último confín del planeta, y la idea de que la ciencia llegaba a su culminación caló en la sociedad occidental.
Cuvier no fue el único exponente de ese triunfalismo científico: unas décadas más tarde, en 1888, el astrónomo estadounidense Simon Newcomb afirmó que ya se estaba cerca del límite de lo que se podía saber en astronomía, y en 1900, Lord Kelvin sentenció que no quedaba nada nuevo que descubrir en física, y que en adelante habría que contentarse con hacer medidas más precisas.
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