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Predecir día a día lo que sucede con los materiales radiactivos emitidos
por los reactores nucleares dañados de la central de Fukushima Daiichi es más
difícil incluso que hacer pronósticos del tiempo meteorológico, y depende de
varios factores clave.
Entre dichos factores, destacan la altitud a la cual los materiales
radiactivos son arrastrados (la altura de la columna de gas y partículas
sólidas), la variabilidad diaria de la fuerza y dirección de los vientos, la
cantidad y naturaleza de los materiales radiactivos emitidos, y el grado en que
tales materiales se diluyen en masas de aire, disminuyendo así su concentración,
o son capturados por el agua del mar al entrar en contacto con ella, o son
retirados de la atmósfera por la acción de la lluvia.
Tim Canty, Jeff Stehr, Russell Dickerson y Ross Salawitch, especialistas en
ciencias de la atmósfera de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, han
examinado diversos patrones atmosféricos mediante una herramienta desarrollada
por la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional estadounidense
(NOAA).
Los escenarios simplificados para el transporte atmosférico basados en el
modelo HYSPLIT proporcionan pronósticos razonablemente detallados del movimiento
de largo alcance de los materiales peligrosos, y también sirven de guía sobre
qué variables se necesita vigilar.
Los patrones proyectados de las masas de aire varían mucho de un día a
otro. Esas variaciones son las que gobiernan cómo se propaga la
radiactividad.
Uno de los factores más importantes en el movimiento atmosférico de los
materiales radiactivos es la altura de la columna de gas y partículas sólidas.
Esta altura viene determinada por la cota en la cual cesa el movimiento local
rápido y hacia arriba de la materia radiactiva. Cuando ese movimiento cesa, los
vientos horizontales entran en escena, arrastrando el material radiactivo. En
general, cuanto más alta sea la columna radiactiva, más deprisa y lejos viajará
el material que porta. Los vientos cercanos a la superficie tienden a mantener
la radiación más localizada. A cotas más altas, los vientos tienden a moverse en
una corriente rápida que puede transportar material a distancias
largas.
Las características de las emisiones conforman otro parámetro crucial. Las
partículas grandes de polvo o de humo tienden a depositarse en el terreno
circundante. Los gases y las partículas más ligeras no sufren esta restricción.
Los materiales de vida más larga (los que cuentan con más probabilidades de
tener repercusiones a gran escala) son partículas de entre 0,1 y 1,0 micrómetros
de diámetro medio. Las partículas de este tamaño, típicas de la polución
atmosférica, suelen permanecer en circulación por el aire hasta que son
retiradas de la atmósfera por la lluvia, que las arrastra a la
superficie.
El ritmo de desintegración radiactiva que experimenta cada material es otro
factor clave. Hay muchas diferencias en esa tasa de desintegración, dependiendo
de cada material. En Chernóbil, los principales materiales radiactivos
incluyeron yodo-131, el cual tiene un periodo de semidesintegración de 8 días, y
el cesio-137, con un periodo de semidesintegración de 30 años. En lo que
respecta a la central nuclear de Fukushima Daiichi, por ahora es limitada la
información disponible sobre la naturaleza y magnitud de sus emisiones
radiactivas.
Se espera que las lluvias en alta mar sean una vía importante por la cual
los materiales radiactivos de larga vida dejen de circular por la atmósfera sin
tener que acabar depositadas en tierra firme o en masas de agua dulce. El
contacto con el mar o con tierra firme también puede inmovilizarlos. En el caso
de Chernóbil, la lluvia retiró de la atmósfera una buena cantidad de material
radiactivo.
La propia atmósfera también promueve que el material radiactivo se mezcle
con el aire circundante y vaya así perdiendo concentración a medida que viaja
más lejos.
El movimiento vertical rápido asociado con la convección, que por regla
general se presenta en sistemas meteorológicos de baja presión, es otro proceso
que conduce a una disminución en la concentración radiactiva.
En el caso de Norteamérica, el nivel de radiación que allí llega
proveniente de Fukushima depende de muchos factores, incluyendo el tipo de
material radiactivo emitido, si está en forma gaseosa o particulada, la altitud
alcanzada por la columna radiactiva en Fukushima, las condiciones meteorológicas
globales, el grado de dispersión experimentado por el material durante su
trayecto por el Océano Pacífico, y la incidencia de la lluvia.
A juzgar por los vientos dominantes, los materiales más volátiles de la
columna de Fukushima suelen tardar al menos entre 5 y 7 días en alcanzar
Norteamérica. La mayor parte del material radiactivo que finalmente llega a
Norteamérica tiende a permanecer a una altitud lo bastante grande como para
mantenerlo alejado de la superficie, y lo bastante baja como para estar por
debajo de la altitud de crucero a la que vuelan los aviones de pasajeros de las
líneas aéreas.
Se espera que cantidades significativas de material radiactivo sean
retiradas de la atmósfera por las precipitaciones o por el contacto con el mar.
Los cálculos indican asimismo que, antes de llegar a Norteamérica, las
concentraciones de radiactividad se reducirán en muchos órdenes de magnitud como
consecuencia de la mezcla de los materiales con el aire circundante.
Por todo ello, muchos científicos aseveran que la radiactividad que irá
llegando a Norteamérica lo hará en niveles de concentración inferiores al límite
máximo por encima del cual aparecen riesgos significativos para la salud
humana.
En cuanto a Japón, la meteorología de la zona atraviesa un periodo de alta
actividad, con frecuentes sistemas tormentosos. Esto significa que es poco
probable que Japón experimente periodos largos de estancamiento atmosférico que
permitan la acumulación de material radiactivo en el aire y aumenten los niveles
de radiactividad en el ambiente. Por regla general, los vientos dominantes
dispersan la polución de Japón empujándola hacia fuera del país. En algunos
días, sin embargo, las condiciones meteorológicas tienden a devolver grandes
masas de aire al litoral japonés, después de un breve periplo por el océano.
Obviamente, este problema del retorno de aire radiactivo está siendo vigilado
con la máxima atención por las autoridades japonesas.