Vulcanología
Magma ascendiendo a la superficie en meses en vez de en milenios
En un nuevo estudio, se ha llegado a la conclusión de que cuando en 1963 entró en erupción el estratovolcán más grande de Costa Rica, ello fue el resultado de magma ascendiendo desde el manto durante unos pocos meses, en vez de durante miles de años o más como habían pensado muchos científicos.
Los estratovolcanes son una de las formas más comunes de volcanes en la Tierra. Son cónicos con laderas fuertemente inclinadas creadas por las erupciones ocasionales del magma que fluye desde el cono por breves períodos y crea, una sobre otra, capas de material volcánico.
El nuevo estudio sugiere que el magma caliente y profundo puede provocar una erupción de modo bastante rápido. Este hallazgo podría permitir mejorar la predicción de erupciones volcánicas.
De haber tenido instrumentos sísmicos en el área en ese momento, se habría detectado el ascenso del magma, tal como valora Philipp Ruprecht, vulcanólogo del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, adscrito a la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York. Se habría contado con señales de alerta meses antes de la erupción, en vez de unos días o semanas antes.
Alzándose a más de 3.000 metros (10.000 pies) de altura, y cubriendo unos 500 kilómetros cuadrados (200 millas cuadradas), el Irazú entra en erupción cada veinte años o menos, con variaciones en el nivel de daños que causa cada vez. Cuando se despertó en 1963, sus erupciones se prolongaron durante dos años, matando a por lo menos 20 personas y enterrando cientos de viviendas en lodo y cenizas. Su última erupción, en 1994, causó muy pocos daños.
El Irazú está en el Anillo de Fuego del Pacífico, donde la corteza oceánica está hundiéndose lentamente debajo de los continentes. La creencia tradicional ha sido que el magma del manto que alimenta a esas erupciones sube y se expande lentamente durante largos períodos, en una cámara donde se mezcla y se acumula, varios kilómetros por debajo del volcán. Pero los nuevos análisis de cenizas de las erupciones del Irazú indican que alguna cantidad de magma puede viajar directamente desde el manto superior a la superficie terrestre, recorriendo más de 30 kilómetros en vertical en unos pocos meses.
Lo que eso implica es obvio: Debe haber un conducto desde el manto hasta la cámara de magma. La geoquímica Terry Plank, del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, se refiere coloquialmente a ese conducto de un modo muy gráfico: "una carretera desde el infierno".
Las evidencias principales de ese ascenso ultraveloz de magma son cristales del mineral denominado olivino, separados de las cenizas expulsadas durante las erupciones del Irazú acaecidas entre 1963 y 1965, y que se recolectaron en una expedición al volcán efectuada en 2010.
A medida que el magma ascendente desde el manto se enfría, forma cristales que preservan información sobre las condiciones en las cuales se formó. Inesperadamente, los cristales del Irazú contenían picos de níquel, un elemento más común en las profundidades de la Tierra que cerca de la superficie. Los picos permitieron que los investigadores descubrieran que parte del magma que salió en la erupción era tan "fresco" que el níquel no había tenido tiempo para esparcirse.
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