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Viernes, 27 de Septiembre de 2013
Psicología

El misterio de la coexistencia de dos formas de reconocer rostros

Con la supervivencia en juego y sólo una cantidad limitada de tiempo para evaluar quién puede ser un individuo en particular o qué intenciones parece tener, los seres humanos hemos desarrollado durante la historia evolutiva de nuestra especie la capacidad para determinarlo rápidamente echando un vistazo a una zona del rostro que permite al observador recoger con rapidez una gran cantidad de información, desde los detalles más sutiles alrededor de los ojos hasta los rasgos más visibles de la boca. En 200 milisegundos, podemos decir si otra persona parece amistosa, parece agresiva, o es alguien con quien nos gustaría aparearnos.

Aunque por regla general la mayoría de la gente, cuando identifica por vez primera vez a otra persona, tiende a mirar a una región ubicada justo por debajo de los ojos y por encima de la nariz, un pequeño subconjunto tiende a mirar más hacia abajo, a la punta de la nariz, en algunos casos, o a la boca.

Sin embargo, tal como han descubierto recientemente Miguel Eckstein y Matthew Peterson, de la Universidad de California en Santa Bárbara, los "observadores de narices" y los "observadores de bocas" pueden alcanzar el mismo grado de eficacia que los demás cuando deben tomar en una fracción de segundo la decisión de quién es otra persona o qué puede querer.

Por ahora no hay una explicación convincente para esto, aunque se barajan algunas posibles hipótesis.

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“Fue una sorpresa para nosotros”, reconoce Eckstein, profesor en el Departamento de Ciencias Psicológicas y del Cerebro, acerca de la capacidad de ese subconjunto de “observadores de narices” y “observadores de bocas” para identificar rostros. En una investigación previa, él y Peterson establecieron a través de experimentos usando imágenes de rostros y mediante programas informáticos de seguimiento automático de la mirada de los sujetos de estudio, que la mayoría de los humanos tendemos a mirar justo debajo de los ojos cuando identificamos a un congénere, y que cuando nos fuerzan a mirar a cualquier otro lugar del rostro, como la boca, en vez de a ese punto preferente, nuestra precisión en la identificación de rostros se ve disminuida.

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