Neurología
Biología y delitos violentos
Conocer la influencia exacta que sobre la conducta tienen los cambios en regiones específicas de la zona prefrontal del cerebro durante el desarrollo del mismo podría conducir a nuevos tratamientos y a intervenciones más tempranas para tratar desórdenes en los cuales la impulsividad y la agresividad desempeñan papeles clave. Esta línea de investigación podría ayudar a encontrar mejores modos de prevenir las conductas que llevan a perpetrar delitos violentos.
La investigación realizada por el equipo de Katherine Nautiyal, de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, indica que la ausencia de receptores de serotonina durante las fases tempranas del desarrollo conduce a conductas muy agresivas e impulsivas en ratones. La impulsividad, pero lamentablemente no la agresividad, vuelve a niveles normales al reintroducir los receptores.
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El papel de la biología en la conducta humana violenta es tema de debates candentes desde hace tiempo, sobre todo cada vez que en un juicio contra el autor de un crimen violento se aportan análisis de su cerebro que pueden indicar una tendencia incontrolable a ejercer la violencia por culpa de anomalías en el desarrollo cerebral. (Ilustración: Amazings / NCYT / JMC)
En otro estudio, el llevado a cabo por el equipo de Kristina Caudle, de la Escuela Médica Weill Cornell en Nueva York, se ha constatado que los adolescentes reaccionan más impulsivamente al peligro que los adultos o los niños, y que la corteza prefrontal trabaja con un nivel de esfuerzo mayor para ejercer el control sobre las reacciones impulsivas a señales de peligro.
Los vínculos aparentes entre biología y delitos violentos no pasan desapercibidos para los abogados defensores ni para sus clientes. Y para bien o para mal, las personas acusadas de crímenes violentos recurren cada vez más a valerse de la ciencia para intentar mitigar su culpabilidad en los actos que han cometido, esgrimiendo escaneos de sus cerebros y la literatura médica con el propósito de aportar al juez la mayor cantidad posible de indicios de que padecen problemas mentales y de que estos afectan de forma notable a su conducta. Este fenómeno social y legal lo ha analizado a fondo el equipo de Nita Farahany, de la Universidad Duke, en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos.
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