Divulgación
Recordando a los colaboradores fallecidos
2013 ha sido el primer año sin nuestro colaborador Ariel, y también el año en que hemos perdido a otro colaborador, Francisco. Ambos fueron grandes personas y buenos amigos nuestros, además de magníficos divulgadores científicos.
Para la mayoría de la gente, Ariel era un discapacitado, pero nosotros sabíamos que en realidad era un superdotado. Antes de conocerle en persona durante una visita que hizo a España desde Austria, donde residía en los últimos años, hubo un tiempo, durante los primeros meses de su colaboración, en que ni siquiera sabíamos ni sospechábamos que era invidente. Nos lo confesó cuando ya llevaba colaborando el tiempo suficiente para haber comprobado que no teníamos ninguna queja sobre la calidad de los textos que redactaba para NCYT de Amazings y que nos enviaba por correo electrónico. Ariel no quería ningún trato de favor y estaba dispuesto a competir contra todos los demás candidatos dotados de visión en las mismas condiciones exactas que ellos, aunque esto le acarrease competir en desventaja. Ariel no solo dio la talla sino que de hecho superó por mucho a todos los candidatos de aquella convocatoria, pese al buen nivel que tenían todos ellos. Se le exigió lo mismo que a una persona con visión, y pese a su discapacidad, cumplió con creces. Ese rasgo combativo de su personalidad también alimentaba un cierto carácter aventurero. Ariel se atrevía a hacer viajes internacionales a lugares donde jamás había estado, sin ir acompañado por ningún familiar o amigo vidente. Murió en 2012, por una enfermedad súbita, siendo aún joven, con solo 42 años.
A Francisco lo conocimos cuando comenzó a colaborar con nosotros pocos años antes de alcanzar la edad de jubilación en su puesto de profesor de universidad. Desde el primer momento, fue para nosotros un honor tenerle de colaborador. Hombre de múltiples conocimientos, nos recordaba muchas veces a la figura del sabio renacentista, interesado por todos los temas del saber y adquiriendo conocimientos sobre nuevos avances tecnológicos o descubrimientos científicos a una edad en la que la mayoría de las personas se jubila del todo. Francisco mantuvo una mente tan activa como la de un veinteañero. Sus últimos años con nosotros estuvieron marcados por una larga enfermedad incurable, que padeció sin decirnos nada de ella, hasta que, al fallecer lo supimos por su familia. Para la mayoría de la gente, Francisco era un enfermo terminal, pero nosotros pudimos comprobar que en realidad era un titán. No se rindió a su enfermedad, y optó por seguir haciendo lo que le gustaba y por mantener un heroico pulso contra la dolencia que le minaba. Siguió colaborando al pie del cañón vía internet hasta muy pocas semanas antes de su muerte. No quería ningún trato de favor, y por eso no nos advirtió de la gravedad de su enfermedad, y pidió y cumplió hasta el final la misma carga de trabajo que se le exigiría a cualquier persona sana.
La muerte de Ariel y la de Francisco nos privaron de sus nuevas colaboraciones semanales al resto del equipo y a los lectores. Pero el trabajo que hicieron sigue estando disponible en internet, y lo estará por tiempo indefinido, por lo que, de algún modo, ambos continúan presentes, aunque sea solo en el ciberespacio.