Astronáutica
Gran Enciclopedia de la Astronáutica (300): Mercury, Proyecto (II)
Programa tripulado; País: EEUU; Nombre nativo: Mercury
El responsable máximo del proyecto Mercury, Robert Gilruth, se reunió el 19 de enero de 1961 con los siete astronautas de la NASA para hacerles saber su decisión sobre cuál de ellos volaría a bordo de la primera misión tripulada. El elegido había sido Shepard, y Grissom y Glenn volarían consecutivamente en las naves posteriores. Sin embargo, el anuncio a la prensa no se efectuaría hasta el 22 de febrero, durante la conferencia de prensa posterior a la misión Mercury Atlas-2, y entonces sus nombres sólo se dieron en orden alfabético, sin dar pistas sobre quién sería el primero. Shepard ya sabía, pues, que se convertiría en el primer americano en volar al espacio, y quizá en el primer hombre en todo el mundo que lograse tal hazaña.
La misión de Gagarin arrebató la primicia a la NASA, pero eso no hizo que la agencia cambiase sus planes. El primer intento de lanzamiento de la misión MR-3 fue cancelado 2 horas y 20 minutos antes del despegue, el 2 de mayo de 1961, debido a la mala meteorología. Alan Shepard, que había permanecido a la expectativa en el hangar S, dentro de su traje espacial, tendría que esperar otra oportunidad. Fue entonces cuando su identidad fue anunciada a los periodistas que habían venido a cubrir el evento.
La NASA volvería a intentarlo el 5 de mayo. Deseosos de ponerse a la altura de la gesta soviética, los estadounidenses eran conscientes de que la categoría de la misión Mercury-Redstone-3 era inferior a la del vuelo orbital de Gagarin. A pesar de todo, los resultados serían vitales para aportar la suficiente confianza al proyecto Mercury y confirmar la validez técnica de los elementos que posteriormente se emplearían en un vuelo orbital.
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Las incertidumbres médicas del vuelo espacial, presentes hasta entonces y que amenazaban con retrasar la misión, se evaporaron con la noticias del vuelo de Gagarin. Pero la máxima prioridad seguía siendo la seguridad del astronauta. Un desenlace desafortunado no contribuiría positivamente a la situación afrontada por el Presidente Kennedy y a las decisiones que debían ser tomadas en breve. Por eso, cuando la meteorología no fue favorable el 2 de mayo, la NASA no tuvo más remedio que cancelar el intento de lanzamiento. La cuenta atrás se reanudó el 4 de mayo por la noche. Llegados al nuevo día del despegue, 5 de mayo, Alan Barlett Jr. Shepard, llamado José por sus compañeros y piloto de la Marina nacido en 1923, fue despertado a la 1 de la madrugada para iniciar los preparativos personales para el lanzamiento. Tras el aseo habitual, el desayuno y una rápida revisión médica, el astronauta se colocó el traje espacial con la ayuda de los técnicos. Antes de las 4 de la madrugada, tomó el autobús hacia la zona de despegue, donde le esperaba su cápsula y el cohete Redstone. A las 5:20, Shepard penetraba en la nave, dispuesto a esperar las aproximadamente dos horas que le separaban del lanzamiento.
En su interior, el espacio era muy limitado. Las Mercury habían sido diseñadas en función del diámetro de sus vehículos lanzadores. Así, la cápsula, de forma cónica, tenía un diámetro en la base de sólo 2,1 metros, y una altura de 3,4 metros. Su peso alcanzaba los 1.832 Kg. Sus paredes principales eran de titanio, berilio y René 41, sólo interrumpidas por la escotilla y dos ventanillas de ojo de buey. El ocupante disponía asimismo de un periscopio para realizar observaciones de la Tierra. La atmósfera interna era de oxígeno puro, lo que requería una presión inferior y menos masa. La cápsula poseía todo lo necesario para purificarla y mantener una temperatura óptima.
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Con la escotilla cerrada y la cuenta atrás avanzando, Alan Shepard sólo tenía que esperar. Unos 15 minutos antes del lanzamiento, el cielo se encapotó un poco, de modo que se paralizó el descuento unos minutos. Para distraerse, el astronauta utilizó el periscopio, observando el paisaje. Mientras, los técnicos se vieron obligados a realizar una reparación en el cohete, la cual se prolongó durante 52 minutos. Cuando la cuenta atrás se reanudó, el reloj volvía a estar en T-35 minutos. Unos 20 minutos después, un problema en un ordenador en el centro de control del centro Goddard hacía necesaria una nueva y prolongada espera de 2 horas y 34 minutos. Llegado el instante del despegue, Shepard había permanecido inmóvil 4 horas y 14 minutos en el interior de su cápsula, sintiéndose cada vez menos confortable. Sin sistema de evacuación urinaria disponible, el astronauta tuvo que aliviarse en el propio traje.
Exactamente a las 9:34 de la mañana, hora de Florida, el cohete Redstone encendió su único motor, se separaron los cables umbilicales y se inició el histórico ascenso. El astronauta activó el cronómetro, y se dispuso a soportar la aceleración. Pero el despegue fue sorprendentemente suave durante los primeros 45 segundos. Después, todo el vehículo empezó a vibrar, señalando el momento en que se atravesaba la zona transónica. A unos 88 segundos del lanzamiento se pasaba el instante de máxima presión aerodinámica, lo que proporcionó suficientes vibraciones como para que resultase imposible para el astronauta la lectura de sus instrumentos. La sensación se amortiguó pronto, y Shepard superó la máxima aceleración (6 Gs) unos 2 minutos después del despegue. A los 142 segundos, el motor del Redstone se apagó, dejando a su carga en una trayectoria casi perfecta, sólo desviada un grado respecto a lo previsto. Se separaron entonces la torre de emergencia (a los 2 minutos y 32 segundos) y el cohete, y la cápsula empezó a orientarse automáticamente para situar su escudo térmico en la dirección apropiada, hacia adelante.
Antes de alcanzar el apogeo, a unos 187 Km de altitud, Shepard maniobró un poco su astronave con los controles manuales, para demostrar que era posible hacerlo. También realizó observaciones a través del periscopio. Iniciado el descenso, el sistema automático no controló correctamente la inclinación de la nave, de modo que Shepard tomó los mandos manuales, realizando los ajustes. Los motores del retrocohete fueron activados a los 4 minutos y 44 segundos de vuelo, y el paquete fue posteriormente expulsado, una vez demostrado su buen funcionamiento (su participación no era necesaria en un vuelo suborbital, pero sí útil desde el punto de vista técnico y de ingeniería). Sin embargo, la luz en el panel que debía confirmar la separación, no se encendió. Desde tierra, su compañero Slayton le comunicó que la telemetría indicaba que el retropaquete ya no estaba en posición, así que Shepard continuó adelante con el plan programado.
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En pleno descenso, la cápsula retractó el periscopio e inició la reentrada atmosférica. La desaceleración se incrementó, alcanzando los 11,6 Gs. La nave bajaba a un ritmo superior al previsto. Sobre los 6,4 Km de altitud, el paracaídas de extracción se abrió correctamente, estabilizando el vehículo. A unos 3 Km sobre la superficie terrestre, se expulsó la zona de las antenas y apareció el gran paracaídas principal, de unos 30 metros de diámetro. Shepard dejó salir entonces el combustible restante y se aseguró de que el saco de impacto se hubiera desplegado. Segundos después, la astronave amerizaba con relativa suavidad, en las coordenadas 27 grados, 13 minutos, 7 segundos Norte, 75 grados, 53 minutos Oeste, a unas 135 millas náuticas de las Bahamas y a 487,6 Km de la zona de lanzamiento.
La trayectoria había sido tan perfecta que las fuerzas de rescate estaban cerca. Los paracaídas se habían separado automáticamente, permitiendo que el vehículo adoptase una posición vertical. Uno de los helicópteros la capturó y la elevó un poco, lo suficiente como para que pudiera abrirse la escotilla sin que entrase agua en el interior. Por fin, Shepard fue izado hasta la cabina del helicóptero. En posición segura, el vehículo se elevó, llevándose a la Freedom 7 hacia el USS Lake Champlain, el portaaviones que se encontraba a la espera. El astronauta puso el pie en él apenas 11 minutos después del amerizaje. Todo había salido bien.
Durante los próximos minutos, dictó su primer informe y contestó una llamada del Presidente Kennedy. Los médicos le examinaron, confirmando que se encontraba con buena salud. Los cinco minutos de microgravedad experimentados no le habían resultado molestos en absoluto. Además, el viaje de 15 minutos y 22 segundos había demostrado que la cápsula Mercury estaba ya lista para mayores empresas, incluyendo el vuelo orbital.
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En Washington, el Presidente Kennedy contempló la recuperación de una parte del orgullo perdido por el pueblo estadounidense, y al mismo tiempo, y en función del entusiasmo nacional que había despertado la misión, vio confirmadas sus impresiones sobre cuál era el camino que debía tomar su país para enfrentarse a los soviéticos en los próximos años (el viaje lunar).
El día 8, Shepard recibió la medalla de la NASA por servicios distinguidos en la Casa Blanca. Se convirtió en un héroe nacional, aclamado en todo el país, la persona que poco a poco cambió la actitud del público respecto a la exploración espacial.
En junio, el STG decidió cancelar la cuarta misión tripulada Mercury-Redstone (MR-6). La tercera (MR-5) también podría cancelarse para así impulsar cuanto antes los vuelos orbitales de la cápsula Mercury. Mientras, se llevaría a cabo el segundo vuelo suborbital tripulado.
Para entonces, la NASA y la nación ya habían oído el mandato de Kennedy, que instaba a un alunizaje para antes del final de la década. La agencia tenía pues que seguir adelante para estar en disposición de obtener la experiencia y la información necesarias para tal empresa.
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En esta ocasión, la cápsula se llamaría Liberty Bell 7. El cohete que la lanzaría sería el Mercury Redstone-8 (RS/CC/MR-8). El día del lanzamiento, 18 de julio, la cuenta atrás tuvo que ser detenida por la meteorología. Otro tanto pasará el 19 de julio, a 10 minutos y 30 segundos del despegue. La necesidad de vaciar los tanques de oxígeno líquido del Redstone obligó a posponer el vuelo en 48 horas. Por fin, el 21 de julio, Grissom, nacido en 1926 y piloto de pruebas de la USAF, despegaba desde Cabo Cañaveral. La aceleración fue suave (3 Gs), y el astronauta no tuvo problemas para soportarla. En el momento adecuado, la torre de emergencia fue separada. A los 2 minutos y 22 segundos del despegue, el Redstone se apagó, y Grissom experimentó por primera vez la falta de peso. La separación del cohete se llevó a cabo sin dificultades, momento en que el viajero aprovechó para tomar el control manual de la cápsula, tal y como se le había recomendado. Gracias a la inclinación de la nave, consiguió ver Cabo Cañaveral con todo detalle, mientras explicaba a Shepard, instalado frente al micrófono del control de vuelo, sus impresiones.
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El amerizaje, a las 07:35:37, se había efectuado a 486 Km de distancia del lugar de lanzamiento. La misión MR-4 había durado 15 minutos y 37 segundos, y todo parecía haber ido bien. Pero los problemas empezaron en ese momento. Los helicópteros acudieron al lugar en el que se hallaba la Mercury, listos para la recogida. Mientras Grissom esperaba, se oyó un fuerte ruido y la escotilla salió volando sin intervención del astronauta. Inmediatamente, el agua del océano penetró en el interior y la astronave empezó a inundarse. Por fortuna, Grissom ya se había desconectado de los diversos cables y tubos que lo unían a la cápsula y pude salir y lanzarse al agua. El primer helicóptero contempló lo ocurrido, pero se dirigió hacia la nave, creyendo que el astronauta estaba bien. La enganchó, aunque ésta casi había desaparecido bajo el océano, llena de agua. El motor del helicóptero no pudo con ella y tuvo que acabar soltándola. Pasarían varias décadas (julio de 1999) antes de que ojos humanos pudieran examinarla de nuevo, gracias a la recuperación llevada a cabo por un grupo de emprendedores, quienes llevaron a un museo esta pieza histórica del programa espacial americano.
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El 18 de agosto de 1961, la NASA cancelaba cualquier otra misión Mercury-Redstone. Poco podía ganarse de continuar enviando cápsulas hacia rutas balísticas, así que era la hora de centrarse única y exclusivamente en el sistema Mercury-Atlas, del cual deberían realizarse aún al menos dos misiones orbitales exitosas, no tripuladas por hombres.
La primera despegaría el 13 de septiembre de 1961. Implicó a la cápsula número 8 (llamada ahora 8A), reutilizada ya que fue recuperada en buenas condiciones tras el aborto de su misión previa. A bordo se habían instalado cámaras que informarían sobre el estado del panel de instrumentos durante todo el proceso, un astronauta robot, y una gran cantidad de sistemas de diagnóstico para verificar el funcionamiento del vehículo.
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La nave de 1.224 Kg, que había soportado una aceleración máxima de 7,6 Gs, se separó de su cohete Atlas en la órbita esperada (156 por 248 Km). Su maniobra de rotación para situar el escudo térmico en la dirección de vuelo, en cambio, tardó más de lo habitual, con un gasto superior de combustible. El suministro de oxígeno a la cabina se redujo de forma demasiado veloz, pero no era algo preocupante. Después, y aunque la cápsula se desvió varias veces de su orientación básica por fallos en los propulsores auxiliares, todo indicó que podrían llegar a completarse hasta siete órbitas. No obstante, el objetivo era dar un solo giro a la Tierra, durante el cual se realizaron numerosas pruebas de contacto con las nuevas estaciones de seguimiento terrestres. Finalmente, 1 hora, 28 minutos y 59 segundos después del lanzamiento, se activó el retrocohete y se inició el descenso hacia la atmósfera. El amerizaje se realizó a unas 161 millas náuticas de Bermuda, a las 11:53:20, hora de Florida, completando un vuelo de 1 hora, 49 minutos y 20 segundos. Un examen completo del vehículo reveló su buen estado.
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Aunque ya había demostrado el uso de la red de seguimiento y comunicaciones con el último vuelo orbital Mercury (MA-4), la NASA lanzó el 1 de noviembre de 1961 la misión Mercury Scout para esta tarea, pero el vuelo resultó ser un fracaso.
La próxima misión orbital debía ser la última antes de la inclusión de un astronauta. Problemas con la cápsula número 9 que sería empleada provocaron un retraso inicial en el lanzamiento, llevándolo del 7 al 14 de noviembre. La detección de una fuga en el sistema de peróxido de hidrógeno pospuso el despegue de la MA-5 hasta el día 29, y con ello, muy probablemente, el vuelo de un americano hasta 1962. En esta ocasión, sería un primate quien acompañase a la nave hasta el espacio, para probar los sistemas de soporte vital en condiciones prolongadas de ingravidez. El chimpancé Enos, situado en un asiento especial que lo mantenía quieto, partió hacia la órbita siguiendo una trayectoria perfecta. Cuando el Atlas se separó, la Mercury efectuó la maniobra de rotación acostumbrada en menos de 30 segundos. El gasto de consumibles ya era inferior al de la MA-4. En tierra, se confirmó además que los sistemas de soporte vital y las comunicaciones estaban actuando de manera satisfactoria. Enos, que había soportado un pico de aceleración de 7,6 Gs, pareció sentirse cómodo en órbita. Durante sus apenas dos órbitas, llevó a cabo un programa de manipulación de controles y resolución de problemas simbólicos. La telemetría indicó entonces un aumento anómalo de las temperaturas en el interior de la nave, y también que el sistema de control de orientación la estaba desviando. Una obstrucción en uno de los conductos del combustible había recortado el flujo en los propulsores de giro lateral, y ello estaba provocando un consumo superior al normal. Este problema aconsejó iniciar la fase de reentrada, evitando iniciar la tercera órbita.
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La cápsula penetró en la atmósfera normalmente, y amerizó 3 horas, 2 minutos y 59 segundos después del lanzamiento. Las fuerzas de rescate acudieron a su lado una hora y 25 minutos después. Enos fue sacado de la cápsula en perfecto estado de forma, y se convirtió en el chimpancé más famoso del mundo.
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Su sucesor humano aún lo sería más. John Glenn se preparaba desde hacía meses para ser el primer norteamericano en órbita, gesta que igualaría la realizada por Yuri Gagarin. Su oportunidad para demostrarlo llegaría el 20 de febrero de 1962, durante la misión MA-6.
Un primer intento de despegue tuvo que ser abandonado el 23 de enero debido al mal tiempo. Cada nueva tentativa tuvo que posponerse por la misma razón, hasta el 27 del mismo mes, cuando el cielo encapotado obligó a suspender el vuelo cuando faltaban sólo 20 minutos para el lanzamiento. Glenn, que había permanecido en la cápsula durante cinco horas, tuvo que regresar “a casa”. La nueva fecha, 1 de febrero, obligó a vaciar los tanques del Atlas-109D. Durante el nuevo llenado de los depósitos, sin embargo, los técnicos encontraron un problema que llevaría más de una semana corregir. El largo retraso molestó no sólo al personal desplegado (barcos de rescate, etcétera), sino también a los más de 600 periodistas desplazados a Cabo Cañaveral. Tras visitar a su familia, Glenn, nacido en 1921, tuvo incluso tiempo de hacer lo propio con Kennedy en la Casa Blanca.
La meteorología seguiría sin cooperar los siguientes días. No sería hasta el 19 de febrero que se pudo reiniciar la cuenta atrás preliminar definitiva. Al día siguiente, John Glenn, vestido con su traje espacial, fue introducido por enésima vez en su cápsula Friendship 7, la número 13 del inventario, de 1.355 kilogramos de peso.
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Separada de su cohete, la Mercury maniobró para orientarse correctamente, lista para iniciar su periplo de varias horas en el espacio. Glenn se sintió cómodo de inmediato con la sensación de ingravidez, y empezó a tomar fotografías. También efectuó varios ejercicios físicos predeterminados para tranquilidad de sus médicos. Durante su primera órbita, contempló su primer amanecer, realizó múltiples lecturas y contactó con la Tierra a través de las estaciones terrestres o los barcos desplazados. Cumpliendo su plan de vuelo, aunque un poco retrasado, hizo observaciones de estrellas, meteorológicas y de reconocimiento de puntos situados sobre la superficie terrestre. En el lado nocturno de nuestro planeta, comunicó a su compañero Cooper la detección de una zona muy brillante en Australia, una ciudad iluminada. También explicó la presencia de misteriosas e innumerables “luciérnagas” en el exterior de su cápsula, partículas que flotaban junto a ella.
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Durante su segunda órbita, Glenn siguió efectuando observaciones. Algunos barcos en superficie lanzaron señuelos para comprobar si el astronauta era capaz de detectarlos, pero la cubierta de nubes y la actividad eléctrica en ellas lo impidieron. John también ajustó la refrigeración de su traje, al notar un ligero aumento de la temperatura. Ante la señal de que las reservas de combustible se habían reducido hasta el 62 por ciento, el americano dejó a su nave girar sobre sí misma de forma natural, evitando que el sistema automático lo corrigiera. Pero luego necesitó orientarse, y durante las maniobras manuales, acabó gastando más combustible que el que hubiera usado el piloto automático.
Durante la última órbita, se decidió colocar en posición automática el interruptor que controlaba el saco de amerizaje. Si se encendía la correspondiente luz, se dejaría el retrocohete en su lugar, en caso contrario, éste se liberaría. Glenn, que no había sido informado aún sobre la situación, empezó entonces a sospechar lo que ocurría. La luz no se encendió, indicando que todo debía estar en orden, pero tras múltiples discusiones en tierra, se instruyó al astronauta para que no se librara del retrocohete después de su uso.
Llegado el momento de la reentrada, Glenn ocultó su periscopio y orientó su nave para el retrofrenado. Se encendió el primer motor, y después, de forma sucesiva, los dos últimos. Ahora sólo quedaba iniciar el descenso atmosférico y esperar a que todo fuera bien. Durante la fricción, el retrocohete acabó por desprenderse, pero el americano consiguió mantener el control de su nave. Lo hizo manualmente, hasta que las oscilaciones fueron demasiado grandes y tuvo que pasar a automático. Finalmente, todo el combustible quedó agotado. Temiendo que la salida del paracaídas de arrastre se viera perjudicada por las crecientes oscilaciones, Glenn decidió sacarlo de forma manual y con antelación. Pero justo en ese momento, 7.000 pies antes de lo previsto, el citado paracaídas salía de su receptáculo por sí solo y estabilizaba el descenso. Finalmente, se abrió el paracaídas principal, y la Friendship 7 se posó suavemente sobre el océano Atlántico, al sudeste de las Bermudas.
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Lo hizo a más de 60 kilómetros de distancia del punto esperado, debido a que un gasto de consumibles superior al esperado había reducido la masa de la nave y ello no fue tenido en cuenta en los cálculos del momento de activación del retrocohete. Por fortuna, el destructor Noa la había visto descender y se dirigió rápidamente hacia ella. En 21 minutos, la astronave era capturada, con Glenn aún en su interior, y subida a la cubierta del buque. El astronauta salió de ella haciendo saltar la escotilla explosiva.
Inmediatamente atendido por los médicos, el astronauta se mostró fatigado y sudoroso, pero inerme. Su estado era bueno y optimista. Su misión, que había durado 4 horas, 55 minutos y 23 segundos, le había convertido en el nuevo héroe de los americanos.
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