Geología
La edad de la Tierra
La ciencia ha recorrido un largo camino hasta alcanzar una respuesta razonable a una de las preguntas más enigmáticas de la historia: ¿cuántos años tiene nuestro planeta? Durante miles de años, la contestación se encontró en las creencias más que en el método científico. James Hutton cambió esta visión y nos aproximó al valor real de la edad de la Tierra.
Para determinar la Edad de la Tierra se deben utilizar aparatos científicos de alta calidad con los que poder tomar mediciones científicas, alejándonos de las creencias religiosas y de la “magia”, como con los productos de Harry Potter.
La geología, la que propone la mejor estimación de la edad de la Tierra, es una ciencia relativamente reciente. Durante casi toda la historia de la Humanidad, preguntarse sobre tal cosa arrojaba una respuesta que dependía de la religión bajo la cual examinábamos el problema. En nuestro ámbito más próximo, el judeocristiano, el relato de la creación estaba escrito en el Antiguo Testamento, pero la exposición era tan compleja, desde el punto de vista cronológico, que las diversas interpretaciones, que tenían que ver con la cronología de los descendientes de Adán y Eva, permitían arrojar cifras muy diversas.
En el siglo XVII, y más concretamente en 1654, el estudioso anglicano James Ussher proporcionó una fecha de arranque de la historia de la Tierra en base a sus cálculos bíblicos: el 23 de octubre de 4004 a.C. Dicha fecha se divulgaría de forma amplia y permanecería vigente durante mucho tiempo.
Pero en esa época, la ciencia ya tenía grandes campeones, como Isaac Newton, quien en 1687 consideraba que esta podría algún día averiguar la edad exacta de la Tierra, prescindiendo de las Escrituras. De hecho, la incipiente ciencia, y algunas otras personas no vinculadas al cristianismo, tenían ya desde siglos atrás una visión distinta del problema. En pleno siglo X, por ejemplo, el persa Al-Biruni, ante la evidencia de ciertos fósiles marinos encontrados tierra adentro, propuso que nuestro planeta evolucionaba muy lentamente y que por tanto era muy antiguo.
Contemplando los cortes en sección de determinadas montañas, Avicena constató además que con el paso del tiempo unas capas de tierra se acumulan sobre otras, a un ritmo tan lento que necesariamente deben transcurrir muchos miles de años para ello. El propio Newton, que creía que la Tierra estaba formada principalmente por hierro, calculó que habrían sido necesarios al menos 50.000 años para enfriarla desde un estado incandescente y primigenio hasta el actual. Otros autores posteriores proporcionaron cifras algo más altas, como el conde de Buffon, quien mencionó una cantidad de 74.832 años.
(La erosión, como en el caso del río Colorado, pone de manifiesto los estratos acumulados durante millones de años.) (Foto: Paul Hermans/Wikipedia)
Hutton y la edad de la Tierra
Fue con James Hutton cuando la ciencia de la geología efectuó un gran salto adelante en la resolución de esta cuestión. Este escocés confirmó el aparente “movimiento” de las masas continentales, la acumulación por sedimentación de capas de tierra en unos sitios y la erosión de otros, el alzamiento de las montañas y el descenso de otras estructuras. En 1787, propuso que la Tierra era como una especie de “máquina” en permanente movimiento y transformación, pero tan lenta que todo ello requeriría necesariamente millones de años para ser aparente.
El estudio de las capas estratigráficas permitió asignar un tiempo geológico para cada una, y con ello surgieron las eras geológicas. Cuando se encontraron grosores estimados en varios cientos de metros en los estratos, la conclusión inmediata fue que los más bajos debían ser inimaginablemente antiguos. En base a esto y a diversos análisis, John Phillips, en 1860, dijo que la edad de la Tierra debía ser de unos 96 millones de años. Kelvin lo contradijo dos años después, diciendo que la edad no superaba los 40 millones de años, pues necesariamente debía ser igual o inferior a la del Sol, y esa es la que obtenía de sus estudios heliofísicos.
Estaba claro que había que cambiar el paradigma sobre el que basar los cálculos. Casi medio siglo después, en 1905, Ernest Rutherford aplicó los nuevos conocimientos sobre la desintegración de los elementos radiactivos para alcanzar unas cifras más cercanas a la realidad. Según la teoría física, los elementos radiactivos se desintegran a un ritmo fijo determinado, convirtiéndose en otros. De este modo, si en una muestra de roca se mide la cantidad existente de un elemento radiactivo concreto, y se compara con la cantidad de su subproducto también presente, es posible estimar el tiempo transcurrido desde la formación de dicha roca. Bajo este planteamiento, Rutherford efectuó una primera datación de un mineral de la localidad estadounidense de Glastonbury, que arrojó una cifra de casi 500 millones de años.
Durante los siguientes, nuevas mediciones en otros lugares permitieron encontrar rocas y minerales aún más viejos. En Sri Lanka, por ejemplo, Bertram Boltwood halló ejemplares de 2.200 millones de años atrás. Quedaba claro que esta metodología podía demostrar que la edad de la Tierra se encontraba en una escala muy superior a cualquier otra considerada hasta la fecha. Y no sería el último récord. Arthur Holmes localizó en 1946, en Groenlandia, rocas de 3.015 millones de años.
Las siguientes mediciones se harían con elementos minerales como el plomo, que es el resultado de la desintegración del uranio. Dicho estudio, realizado por el propio Holmes, proporcionó una edad de la Tierra de 4.460 millones de años.
Teniendo en cuenta que la superficie terrestre se recicla constantemente, debido a los movimientos tectónicos (que producen nueva corteza de forma continua), al vulcanismo y a la erosión, los científicos supieron pronto que ninguna roca localizada en ella sería la más antigua posible. Las más viejas deben estar de nuevo en las profundidades de la Tierra, fundidas e inalcanzables. Por tanto, la edad de nuestro planeta podría ser superior a la de la roca más primitiva encontrada jamás.
La cifra aceptada hoy en día, propuesta en 1953 por Clair Patterson, habla de 4.550 millones de años. ¿De dónde sale esta cantidad? Patterson tuvo la intuición de medir la edad no de un objeto terrestre sino de uno extraterrestre, en este caso, un meteorito. Estos últimos, previsiblemente, se crearon al mismo tiempo que la Tierra, durante la formación del sistema solar, pero a diferencia de las rocas terrestres, no se han reciclado sino que han vagado desde entonces por el espacio, inalterados. Posteriores trabajos del mismo científico y de otros geoquímicos permitieron confirmar la citada edad como la que efectivamente tiene nuestro planeta, sin que desde entonces se hayan hecho correcciones sustanciales a la misma.
Desde que James Hutton consideró que solo en la geología encontraríamos la respuesta al enigma, han transcurrido más de 200 años. La ciencia moderna le ha dado la razón. (Fuente: NCYT Amazings/Manel Montes)